sábado, 29 de marzo de 2025

 

Liberalismo utópico, libertarismo y Estado


El liberalismo en su forma más pura no se diferencia de la izquierda extrema, en el sentido que plantea una visión deseable, pero utópica. Dicha visión liberal es un orden social donde el mercado se autorregula, donde la mano invisible del mercado de Adam Smith, equilibra las fuerzas económicas sin necesidad de intervención estatal. Promete libertad individual sin restricciones, una burocracia mínima y una prosperidad que surge del libre comercio. Todo es un bien mercantil, todo está en venta. Sin embargo, tanto la historia como la experiencia contemporánea rebaten esta premisa. En el mundo todos los Estados intervienen e intervinieron el mercado, tanto los países que fracasaron como los que triunfaron, los que fueron y los que son potencias mundiales.

 


Libertarismo argentino



En Argentina, Milei llegó al poder con un claro discurso contra el Estado y todo lo que representa, debido a la gran corrupción de sus antecesores. Su compromiso era desmantelar regulaciones y ceder justamente al mercado el rol de “autorregulador”. Según su propio discurso, o al menos, lo que todos sus seguidores desprendieron del mismo y repiten como un mantra: “el mercado se regula solo”, haciendo referencia a que un mercado no intervenido se regula con la variable oferta-demanda. Sin embargo, la única verdad es la realidad como decía Aristóteles, y siempre se impone. Por eso el pragmatismo (correcto) llevó al actual presidente Milei a tomar medidas que demuestran, en sí mismas, que el mercado requiere continua regulación:

Control de tarifas energéticas: El gobierno mantuvo subsidios y reguló precios en el sector energético tras la devaluación de diciembre de 2023, ajustando tarifas bajo una declaración de "emergencia" en el sector.

Fuente: Anuncios oficiales del gobierno, reflejados en cobertura general de prensa (ejemplo: Infobae, diciembre 2023).

Castigo a Flybondi: En 2024, la aerolínea low-cost fue sancionada por prácticas comerciales, implicando una intervención estatal en el sector privado.

Fuente:  Buenos Aires Herald, 2024

Regulación de prepagas: En 2024, tras aumentos excesivos de las empresas de medicina privada, el gobierno impuso límites y obligó a retrotraer precios.

Fuente: Infobae, abril 2024

ARCA: La Agencia de Recaudación y Control Aduanero, creada en octubre de 2024 para reemplazar a la AFIP, intensificó controles fiscales en combustibles y comercio exterior. También anunció un aumento en controles a importaciones mínimas de particulares.

Fuente: Anuncios oficiales y cobertura de Infobae (octubre 2024).

Cepo: Pese a promesas de eliminar controles, el gobierno mantuvo el crawling peg (devaluación controlada del peso al 1% mensual) en 2025. Por supuesto, todo esto para arreglar el caos monetario que dejó el gobierno anterior.

Fuente: Bloomberg, “All the Currency, Capital Controls Milei Needs to End in Argentina This Year” (5 de marzo de 2025):

Rutas Nacionales y Eventos catastróficos: Durante toda la campaña se mantuvo que el mercado no solo se regula solo, sino que además, se organiza para resolver los inconvenientes de la población. En base a esa ideología y al achique del Estado, se paralizaron casi todas las obras públicas nacionales viales. Sin embargo, la catástrofe de Bahía Blanca obligó a que el Estado resuelva urgente el problema de rutas cortadas que causaron un problema logístico para varias industrias, transporte y turismo. El mercado no solo no resolvió nada, sino que el Estado tuvo que actuar y cumplir su función.

Fuente: Varias noticias de diversos medios masivos de comunicación nacional. Infobae, La Nación y otros. 


Todos estos ejemplos son medidas que demuestran que el mercado no se regula solo, e incluso, todas fueron implementadas de manera correcta, basadas en el pragmatismo y en problemas que requerían solución inmediata, y/o que se vienen arrastrando del gobierno anterior. Por lo tanto, las medidas estuvieron bien, el error sería creer que porque no son “liberales” están mal. Sobre todo debe quedar en claro que sin el papel del Estado, estos problemas no hubieran sido "regulados por el mercado", mucho menos resueltos.

Si vamos a otro ejemplo histórico y real de la zona, en Chile, bajo Pinochet y su liberalismo, el modelo de Friedman prometió autorregulación, pero el Estado debió intervenir con políticas sociales en los 90 para contener una desigualdad que alcanzó niveles insostenibles —el coeficiente de Gini superó el 0.55—. Los defensores del liberalismo extremo podrían argumentar que estas decisiones reflejan pragmatismo forzado por crisis (similar con lo que pasa con Milei), y no un fallo del ideal que sostiene. Sin embargo, esta objeción no cambia en absoluto el núcleo de la cuestión: el mercado, sin mediación, no genera estabilidad ni equidad. Abundan ejemplos históricos. En Argentina, con la pobreza al 53% en 2024, la ausencia de un árbitro estatal agravaría el desequilibrio. El liberalismo moderado, como el de Mill o Hayek, acepta reglas básicas; el extremo, que Milei supuestamente inicialmente encarnó, se estrelló contra los hechos. En general, creo que las medidas antes mencionadas estuvieron bien implementadas y fueron necesarias en el contexto, y a la vez, refuerzan la evidencia de que el mercado debe regularse, eventualmente.



La aversión (a veces sobreactuada) al Estado




El Estado no es un recurso prescindible, sino una herramienta de poder y orden. Puede compararse con la energía nuclear: un reactor, como los de Atucha, nos da energía; una bomba, como la de Hiroshima, destruye y mata. Si bien no es un mecanismo predecible como una ciencia exacta, su eficacia también depende de las manos humanas que lo dirigen, aunque esas manos operan dentro de estructuras de poder, intereses y tradiciones culturales que a menudo lo desvían de su propósito. Karl Polanyi, en La gran transformación, demostró que el mercado libre jamás existió sin un Estado que lo estructurara. Max Weber vinculó el desarrollo del capitalismo moderno al monopolio estatal de la violencia, el cual genera un contexto más seguro para el desarrollo. Friedrich Hayek, pese a su defensa del mercado, reconoció en Camino de servidumbre que ciertas intervenciones son inevitables para evitar distorsiones. Thomas Hobbes, en Leviatán, fue mucho más definitorio: sin un poder central que rija la sociedad o ejerza de fuerza de control y contralor, la existencia humana se reduce a un estado “brutal y breve”. El mercado, por sí solo, no llena ese vacío. Nunca lo hizo en la historia tampoco, y nunca lo hará, aunque podrían intentar probarlo con consecuencias probablemente graves.

Esta necesidad estatal se extiende al ámbito global. Las naciones, por una inclinación inherente a la condición humana, buscan prevalecer sobre otras en términos económicos y militares para proteger sus intereses o afirmar su influencia. Si existiera una alternativa superior al Estado, la historia la habría consagrado. Roma, Estados Unidos o la China contemporánea no se construyeron sobre mercados desregulados, sino sobre estructuras estatales robustas. Experimentos como las comunas anarquistas de Cataluña en los años 30 colapsaron bajo presión externa; las zonas libertarias modernas no han logrado escalar más allá de ensayos limitados. Incluso la Unión Europea, un modelo híbrido que diluye el Estado nacional, depende de instituciones estatales coordinadas para funcionar. Si el mercado fuera intrínsecamente superior, potencias como Rusia o China lo habrían adoptado como eje, por el simple hecho de que al querer prevalecer, uno adopta la herramienta más poderosa y deja de lado las más débiles. En cambio, el Estado permanece como la herramienta más efectiva para proyectar poder y resistir amenazas. En un mundo de potencias nucleares, solo un Estado puede negociar en igualdad de condiciones o garantizar soberanía tecnológica, como lo hace Argentina con la Comisión Nacional de Energía Atómica, un logro estatal que difícilmente el mercado habría impulsado, entre una infinidad de ejemplos.

La clave reside en cómo se emplea esta herramienta. Usarla bien significa mejorar la vida de la mayoría, no enriquecer a una élite ni sostener una burocracia inerte. Por otro lado, un ejemplo de mal uso del Estado es la Argentina, con años y años de corrupción. Pero sobran ejemplos de éxito: el Reino Unido y otros países con su Servicio Nacional de Salud, ofrece cobertura universal con raíces éticas profundas. Noruega gestiona su fondo petrolero con una transparencia que redistribuye riqueza de manera efectiva. Singapur transforma recursos escasos en desarrollo mediante una administración eficiente y disciplinada. China, Rusia y Estados Unidos, con distintas ideologías y enfoques, tienen enormes estados que sostienen su infraestructura. En contraste, la Unión Soviética sucumbió a la corrupción y la rigidez, mientras que Argentina lidia con una burocracia que a menudo frustra el progreso. El Estado no está exento de fallas sistémicas: su tendencia al autoritarismo, como en la China actual o las dictaduras latinoamericanas del siglo XX, muestra que como todo ejercicio de poder, puede derivar en opresión si carece de contrapesos. Otra vez, el Estado es una herramienta, no es malo ni bueno por sí mismo, depende cómo se use. Un cuchillo se puede usar para preparar comida o para matar.

En Argentina, la transparencia podría lograrse de dos maneras. Una opción sería emplear inteligencia artificial para monitorear recursos y decisiones, aunque su eficacia dependería de evitar que caiga en manos maliciosas, lo que lo hace riesgoso. Otra, inspirada en Singapur, implicaría castigos ejemplares para políticos, jueces y funcionarios corruptos, elevando el costo de la transgresión hasta disuadirla, lo que se dice “relación costo-beneficio”. Hoy por hoy los corruptos no pagan, por eso “conviene”, mientras que en el caso en que paguen sus crímenes, dejaría de convenirles. Esto podría empezar con una reforma judicial que fortalezca la independencia de los tribunales y acelere los procesos, sentando un precedente concreto, y también castigos duros a jueces y fiscales, cómplices indiscutibles de la situación actual de la Justicia Argentina. En ambos casos, el éxito depende no solo de leyes, sino de una voluntad política y cultural que las respalde. Es decir, a fin de cuentas, depende de nosotros, la gente común, las masas. Pero el punto es el mismo: es según de cómo se use el Estado, no de “achicarlo”, “agrandarlo”, “hacerlo desaparecer” o “volverlo paternalista”. Las concepciones de izquierda y de derecha en este sentido son ambas utópicas, irrealizables, y sobre todo falaces, en el sentido en que tanto desaparecerlo como hacerlo cuasi omnipotente resulta en fracaso. Hay que usarlo bien como los ejemplos que ya nos dio la Historia, nada más, nada menos.


El mercado no se regula solo y el Estado no es el enemigo

El liberalismo utópico erra al idealizar al mercado como una fuerza omnipotente, y el libertarismo lo mismo al creer que puede regularse solo. Ninguna actividad humana se autorregula, porque los humanos y sus sistemas tienen fallas inherentes a su naturaleza imperfecta. Las crisis financieras de 2008, los monopolios contemporáneos o la concentración de riqueza que el infame Marx anticipó en El Capital evidencian sus fallas estructurales. Polanyi lo corroboró: sin intervención estatal, el mercado se desmorona. Milei lo experimenta hoy  en los ejemplos que di anteriormente. El Estado no es un lujo opcional ni un mal a corregir; es el fundamento de las sociedades complejas. Otro paralelismo con el marxismo es que tanto liberales como izquierdistas buscan ganar elecciones, prometiendo ambos luego de lograr los cambios necesarios y por razones sumamente diferentes, una ulterior desaparición del Estado como tal. Por supuesto, promesa que nunca ha sido cumplida en la Historia, porque simplemente no puede cumplirse 

El liberalismo extremo es una ilusión atractiva pero inviable. El libertarismo que sostiene que el mercado se regula solo, tampoco se comprueba en la práctica. El mercado tiene su lugar, por supuesto, pero no puede gobernar sin guía. ¿Y quién regula si no es el Estado? El Estado, como la energía nuclear o el fuego, es una herramienta cuya virtud o defecto reside en su manejo, no en su naturaleza, y siempre está condicionado por las dinámicas humanas que lo moldean. Las naciones lo adoptaron y lo siguen usando porque ninguna alternativa ha demostrado mayor capacidad para organizar, competir y perdurar. John Stuart Mill lo sintetizó con precisión: “La libertad necesita límites”. Esos límites, inevitablemente, los traza el Estado. El mercado no se regula solo y el Estado no es “un mal necesario”, sino un bien imperfecto, como toda herramienta humana. Es necesario entender estas cosas porque continuamente vemos como surgen partidos políticos con ideas erróneas e ideales engañosos. Por citar un ejemplo actual, decir que “el mercado se regula solo” es tan inconsistente e ilógico como decir que “la inflación es un fenómeno multicausal”.  Y así como es peligroso aquellos que pretender dictar sus discursos usando el Estado como herramienta desigual, como hacía el kirchnerismo, también lo es escuchar a aquellos que repiten que hay que despreciar el Estado. Estos últimos, seguramente, querrán hacerse con esta poderosa herramienta, la que que en realidad nos pertenece a todos y no debemos regalar para que otros se la apropien. Simplemente debemos aprender a usarla correctamente.

 


domingo, 23 de junio de 2024

"Manipulación Mundial: De la Virtud Individual al Vicio de las Masas”

 

"El mundo llegará a ser desnaturalizado por el poder de la pantalla doméstica. Toda mala influencia será desparramada groseramente, sobre todo hogar, y será impuesta por el comercio avisador que busca la masa. Las masas se embrutecerán dominadas por las órdenes disfrazadas de paraísos fáciles y superiores, contemplarán la estupidez y la inmoralidad con fruición. Llegará el día en que el grueso popular será manejado como aprisco”.

Benjamín Solari Parravicini, 1938.

 

El poder casi siempre se concentra, pocas veces se disgrega. Esto tiene que ver con dos aspectos técnicos y con uno humano: por un lado, el centralizar la organización debido a la cada vez mayor complejidad social y política y la subsiguiente acumulación de control, y, por otro lado, el defecto humano de la ambición, asociada a su vez a este proceso de centralización. Históricamente, podemos verlo en las tribus que pasaron a ser aldeas, las aldeas a ciudades-estado, después aparecieron los reinos y las divisiones feudales, luego los imperios, llegando a las naciones y, por último, las organizaciones supranacionales, que buscan agrupar bajo su control a varias naciones, como la ONU, la OMS, la OMC, y bloques como la Unión Europea, Mercosur, NAFTA, entre otros.}





Recuerden que no existen las voluntades nacionales, supranacionales, ni nada por el estilo. Solo existe la voluntad de los poderosos que persiguen sus intereses, utilizando como medio para este fin a las instituciones privadas, gubernamentales, los Estados nacionales y las organizaciones internacionales. El problema consecuente, con el devenir de la globalización, es que tanto poder concentrado genera ambición en los pocos seres humanos que lo ejercen. Y digo pocos por su número y no por sus mejores capacidades, prestigio u otra razón meritoria, sino porque las élites del mundo así lo dispusieron, arbitrariamente. Ni siquiera nos gobiernan "los mejores" sino los grupos y sociedades secretas  que se pasan el poder económico generación tras generación, y en el caso de las naciones, los "elegidos" por las masas. Aquí radica el nudo de todo: las masas son fácilmente manipulables por aquellos individuos que fueron elegidos por ellos, aunque lo hagan a base de manipulaciones. Esta búsqueda por parte de las élites de lo que pareciera una virtual esclavización mundial, si no se detiene pronto, nos llevará inevitablemente a la ruina como civilización. Un colapso que comenzará con escasez de bienes y terminará con guerras, previamente con una disolución moral y espiritual de las naciones. Algo que podemos ver hoy claramente en Occidente.



Teoría

Para abordar esa problemática de las masas manipuladas, tenemos que entender la relación existente entre el bien y el mal, y a su vez la diferencia entre el individuo y el ámbito social. Esto ha sido un tema recurrente en la filosofía y la psicología social. Este análisis se enmarca en una paradoja fundamental: como individuos que, en su mayoría, son moralmente buenos o al menos creen serlo, pueden colectivamente tomar decisiones que resulten en el mal social, y viceversa. Para explorar esta dualidad, nos apoyaremos en las obras y conceptos de tres destacados pensadores: Gustave Le Bon, José Ortega y Gasset, y Sigmund Freud.


Gustave Le Bon, en su obra "La Psicología de las Multitudes" (1895), ofrece una perspectiva pionera sobre la irracionalidad colectiva. Le Bon argumenta que cuando los individuos se agrupan en multitudes, su comportamiento se transforma. Los individuos pierden su sentido crítico y racional, y son dominados por un inconsciente colectivo que tiende hacia lo irracional y lo emocional.

Le Bon sugiere que las multitudes son fácilmente influenciables y pueden ser manipuladas por líderes carismáticos que entienden y explotan sus emociones. En este contexto, la "virtud" individual puede quedar eclipsada por decisiones colectivas impulsivas y destructivas. Así, un grupo de individuos, cada uno capaz de distinguir el bien del mal, puede actuar de manera maliciosa cuando se encuentra inmerso en una masa, por diversas razones, como la presión social, la conveniencia, incluso las emociones.

 

José Ortega y Gasset, en su obra "La Rebelión de las Masas" (1930), aborda el impacto de la mediocridad y el conformismo en la sociedad moderna. Ortega y Gasset describe cómo el auge de las masas lleva a una sociedad donde la mediocridad se convierte en la norma. En su visión, el "hombre masa" no se rige por principios elevados o un sentido de responsabilidad individual, sino que se conforma con lo que la mayoría acepta sin cuestionar.

Para Ortega y Gasset, la paradoja radica en que la capacidad de juicio y la excelencia individual son sacrificadas en el altar de la conformidad social. Las decisiones colectivas, aunque pueden parecer democráticas, a menudo se ven comprometidas por la falta de reflexión crítica y la adopción de soluciones simplistas y populares, que pueden ser moralmente incorrectas.

 

Sigmund Freud, en su ensayo "Psicología de las Masas y Análisis del Yo" (1921), profundiza en cómo la dinámica grupal afecta la psique individual. Freud postula que en una masa, los individuos tienden a identificarse con un líder o una idea dominante, lo que les proporciona un sentido de pertenencia y seguridad. Esta identificación puede suprimir las diferencias individuales y diluir la capacidad crítica personal.

Freud explica que en el contexto de una masa, los individuos pueden participar en actos que, de otro modo, considerarían inmorales si actuaran solos. Esto se debe a la pérdida del "superyó" individual, sustituido por una moralidad colectiva que puede justificar acciones destructivas en nombre del grupo. Así, una multitud de individuos buenos puede cometer actos malvados debido a una suerte de disolución de la responsabilidad individual en el colectivo.

 

Hay otros pensadores y teóricos que fueron más allá, porque ya vislumbraron la posibilidad de utilizar esta debilidad de las masas, y cómo se haría o ya se hace en beneficio del poder. Estos son Hannah Arendt, Michel Foucault, haremos una mención especial a dos que lograron aprovechar esta dinámica en su beneficio y en perjuicio de millones, Karl Marx y Friedrich Engels, terminando con el más actual, Noam Chomsky que nos acerca a la situación presente.

 

Hannah Arendt, en "Los Orígenes del Totalitarismo" (1951) analiza cómo los regímenes totalitarios manipulan a las masas. Según Arendt, las masas son particularmente vulnerables a la manipulación en contextos de crisis social y política. Los movimientos totalitarios explotan esta vulnerabilidad al ofrecer una narrativa simplificada y una identidad colectiva que resuelve las incertidumbres y ansiedades individuales. Los regímenes totalitarios utilizan ideologías y propaganda para crear una realidad alternativa que refuerza su poder. Esta propaganda no necesita ser creíble, solo repetitiva y omnipresente, logrando así que las masas acepten pasivamente las mentiras del régimen.

Arendt argumenta que las masas manipulables surgen en situaciones de aislamiento y atomización social, donde los lazos tradicionales se han roto. Este aislamiento hace que las personas busquen pertenencia y significado en movimientos de masas, haciéndolas más manipulables. La globalización, como es evidente, busca ese aislamiento y atomización, en detrimento de conservar las tradiciones locales y nacionales.

Sostiene que en un contexto totalitario, las masas tienden a adoptar un conformismo que suprime la individualidad y el pensamiento crítico. La conformidad asegura que las personas se alineen con las normas del régimen, independientemente de su contenido moral.

En el proceso de conformarse a la ideología totalitaria, los individuos dentro de los grupos colectivos pueden volverse indiferentes a las atrocidades cometidas en nombre del régimen. Este proceso de deshumanización es una forma de "estupidez" moral, donde la capacidad de juzgar correctamente y empatizar con los demás se ve erosionada. Algo muy común en dictaduras de izquierda y derecha. Hoy en día, si somos estrictamente técnicos, existen solo dictaduras de izquierda; las de derecha cayeron porque estaría en discusión si la Rusia de Putin es una dictadura.

 

Michel Foucault, en "Vigilar y Castigar" (1975) y en "Historia de la Sexualidad" (1976), aborda la manipulación de las masas desde la perspectiva del poder y la disciplina. Según Foucault, las sociedades modernas ejercen control sobre las masas a través de mecanismos de vigilancia y normalización. Es decir, esta manipulación es una de las que presenciamos actualmente. Introduce el concepto de biopoder, donde el poder se ejerce sobre los cuerpos y las poblaciones. Este poder se manifiesta a través de instituciones como hospitales, prisiones y escuelas, que regulan y controlan el comportamiento humano. La vigilancia se convierte en un mecanismo clave para controlar las masas. El panóptico, una estructura de vigilancia donde todos pueden ser observados en cualquier momento, es una metáfora de cómo la vigilancia disciplinaria induce autorregulación y conformidad en las masas.

Argumenta que la normalización es un proceso mediante el cual las masas son inducidas a conformarse a ciertos estándares de comportamiento y pensamiento. Esta conformidad crea una mediocridad generalizada, donde la diversidad y la desviación son suprimidas. Esto es clave: la mediocridad. El mundo actual vive en una mediocridad abrumadora, donde la tecnología, los avances científicos, están dejando atrás a las masas. Otro peligro que nos indica que quizás en un futuro todo sea administrado por una IA, o al menos surjan “grupos” que intenten imponer esto.

También a través de la educación, la medicina y otras instituciones, las masas son entrenadas para aceptar y reproducir normas sin cuestionarlas, lo que puede ser visto como una forma de estupidez colectiva, donde el pensamiento crítico y la individualidad son suprimidos. El cuestionamiento de las normas debe tener un fundamento lógico y racional. Hoy en día se busca ridiculizar a las voces que nos dicen que la sociedad está atravesando una peligrosa debacle.

Karl Marx y Engels, en "El Manifiesto Comunista" (1848) y "El Capital" (1867), utilizan esta debilidad de las masas para movilizarlas según sus propias ambiciones. Aprovechándose de las debilidades del capitalismo (todos los sistemas económicos son perfectibles y tienen fallas inherentes), sostienen que habrá una masa alienada fácil de manipular. Todos los líderes comunistas del mundo, especialmente aquellos que gobiernan dictaduras, se basan en estas masas subyugadas ideológicamente para mantener sus regímenes. Básicamente, el comunismo es la materialización de la manipulación de las masas, pero no es el único ejemplo exitoso.




Sigmung Freud, Hannah Arendt.








Michel Foucault, Noam Chomsky.






Por último, Noam Chomsky en "Consenso Manufacturado: La Economía Política de los Medios de Comunicación" (1988) - escrito junto con Edward S. Herman - e "Ilusiones necesarias: Control del Pensamiento en las Sociedades Democráticas" (1989), discute sobre cómo los medios de comunicación y las élites controlan y manipulan la opinión pública y nos presenta ciertas pautas.

Concentración de la propiedad de los medios: Los medios de comunicación están controlados por un pequeño número de grandes corporaciones que tienen intereses económicos y políticos propios. Esto se hace para mantener el control sobre la narrativa pública y proteger los intereses de las élites.

Publicidad como ingreso principal: Los medios dependen en gran medida de los ingresos por publicidad, lo que los hace susceptibles a la influencia de las grandes empresas que compran esos espacios publicitarios. Así se asegura que los contenidos mediáticos no dañen los intereses de los grandes anunciantes o del propio gobierno, si tiene publicidad en los medios.

Suministro de noticias por las élites: Las grandes corporaciones y el gobierno proporcionan la mayoría de la información que los medios difunden, mediante conferencias de prensa, comunicados y filtraciones. De esta manera, se controla la agenda de noticias y se garantiza que los informes sean favorables a los intereses de las élites.

Respuestas negativas para los disidentes: Las voces disidentes son marginalizadas, ridiculizadas o ignoradas, y los periodistas que desafían la narrativa oficial enfrentan consecuencias profesionales. Esto se vio durante la pandemia en todas las naciones del mundo, en mayor o menor medida. Esto desalienta la crítica y mantiene la conformidad entre los periodistas, que terminan siendo agentes de desinformación o distracción.

Uso de la ideología: Históricamente, el anticomunismo se ha utilizado como una herramienta para desacreditar y atacar a cualquier movimiento o ideología que desafíe el statu quo. Ahora se hace lo mismo con cualquier ideología que cuestione el progresismo, viviendo lo que sería el anti conservadurismo. Siempre se crea un enemigo común para justificar la represión de movimientos antiprogresistas o de rebeldes que no adopten las medidas generales. También se vio durante la pandemia y es común en los medios masivos de comunicación, donde se castigan y acallan las voces disidentes o con pensamiento crítico.

Creación del consenso a través de la propaganda: La propaganda se utiliza para crear un consenso entre la población sobre ciertas políticas y acciones gubernamentales. Esto asegura el apoyo público y la legitimidad de las políticas elitistas.

Distorsión y filtrado de información: La información se presenta de manera que favorezca a las élites, a menudo distorsionando hechos o filtrando noticias que no se alinean con sus intereses. Esto se hace para manipular la percepción pública y ocultar la verdad. Como cuando se ocultaron los efectos masivos adversos de las inoculaciones de vacunas que no habían pasado la fase 3 experimental, generando una virtual nueva pandemia de casos de miocarditis, pero que los medios, salvo contadísimas excepciones, suelen "ignorar".

Desviar la atención del público: Los medios se enfocan en noticias triviales o sensacionalistas para desviar la atención de asuntos importantes. Esto evita que el público se concentre en temas que podrían cuestionar el poder de las élites.

Control del lenguaje y la terminología: El lenguaje se utiliza cuidadosamente para influir en la percepción pública; se emplean términos cargados y eufemismos para suavizar o legitimar ciertas acciones. Esto moldea la percepción y opinión pública de manera favorable a las élites. Esto se ha visto con muchas políticas progresistas impuestas en países que no lo son, donde solo una minoría las aprueba, pero se imponen igualmente a todos, acallando a las mayorías y vulnerando el espíritu democrático de las repúblicas.

Fragmentación y atomización de la sociedad: Se promueve la fragmentación social y el individualismo extremo para evitar la formación de movimientos colectivos que puedan desafiar al poder. Si es necesario, tienen agentes en ambos bandos enfrentados, para evitar así cualquier intento de reconciliación. El infame "divide y vencerás".


Práctica

La historia de la humanidad, y especialmente la sociedad actual, demuestra que muchas teorías ya se han probado y aplicado. Observemos los métodos descritos por los autores mencionados, hoy en día presentes en empresas, instituciones públicas, grupos, partidos y religiones: se critica el pensamiento crítico y se fomenta seguir decisiones colectivas. La propaganda repetitiva y omnipresente en medios de comunicación, espectáculos y ONGs es común, incluso cuando la gente no está de acuerdo, utilizada principalmente por el progresismo global con sus valores negativos o disvalores.

El aislamiento y la atomización social debilitan a los individuos, obligándolos a buscar grupos donde se sientan representados, con las redes sociales jugando un papel clave para unir y radicalizar facciones partidarias, religiosas e ideológicas. Esto es frecuente en partidos políticos, donde no se cuestionan a los líderes ni a quienes ocupan cargos importantes en los poderes ejecutivo y legislativo si llegan al poder.

Las redes sociales difunden mentiras que eventualmente son aceptadas, y a su vez las personas realmente no conocen ni aprecian al prójimo del otro lado de la pantalla, viéndolos como objetos para satisfacer necesidades egoístas (clientes, parejas potenciales, relaciones sexuales casuales) o como alguien a superar en una competencia enfermiza sobre quién es más feliz y realizado, basada en envidia, tristeza, egocentrismo y vanidad, explotando las debilidades humanas de quienes carecen de autocontrol o una moral firme.

Las sociedades son vaciadas de contenido y tradiciones, como en la Europa antes cristiana o Latinoamérica, imponiendo gustos, músicas y valores desconocidos, alienando a las masas y debilitando sus defensas contra el colectivismo manipulador. Los valores morales, éticos, filosóficos y espirituales son erosionados y reemplazados por otros más afines al régimen que puede ser ideológico, explicando esto el ataque actual a las ramas conservadoras que buscan conservar un espíritu nacional, convirtiéndose en enemigos del progresismo, comunismo, anarquismo o ultraliberalismo.

Se crea una mediocridad abrumadora que genera conformismo e inmovilidad, una sensación de no poder cambiar nada a gran escala, llevando a una vida carente de sentido existencial y sin aspirar a logros trascendentales, enfocada únicamente en conseguir dinero como objetivo final, basada en hedonismo y una existencia materialista y vacía de significado. 



¿Qué se puede hacer? Evidentemente, es difícil dirigir a las masas hacia el bien. No es factible ni viable utilizar las mismas estrategias engañosas, corruptoras e insidiosas para lograr un cambio, ya que su éxito radica en negar todas las condiciones positivas del individuo que queremos recuperar. Por lo tanto, la única forma de combatirlo es a través de la virtud y la iniciativa individual, que puede o no hacerse colectiva.

 

La Virtud como respuesta

Ahora bien, en un mundo cada vez más carente de amor por el prójimo, la naturaleza e incluso la vida misma, debemos definir primero qué es la virtud. Mucha gente cree que las decisiones que toma en su vida cotidiana, política y pública son las correctas. Es decir, la mayoría se considera "buena" y cree que hace el bien, o al menos, que no daña a nadie. Pero los resultados visibles en nuestra sociedad demuestran que esto no es más que un autoengaño. Por ejemplo, defender a un partido político que empobreció tu país, o personas que tiran semillas en cualquier lugar creyendo que están "ayudando a la naturaleza" cuando en realidad están favoreciendo a plantas invasoras que destruyen ecosistemas enteros, y así podría dar infinidad de ejemplos. Por lo tanto, debemos aceptar que la frase "el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones" puede sonar cruel o injusta, pero es absolutamente cierta. Nuestra sociedad vive actualmente en un limbo donde cada individuo cree estar haciendo lo mejor, lo correcto, y evidentemente no es así. Por eso, la virtud, en principio, debe ser abordada desde una perspectiva utilitarista; lo que importa son los resultados, ya que, como hemos ejemplificado anteriormente, las intenciones son secundarias si nos llevan a resultados negativos.

Revertir la situación requiere un nuevo individualismo, uno no egoísta. Basados en las virtudes teologales, esperanza, fe, caridad, añadiendo el altruismo y un progreso que no surja a costa de dejar de lado los valores humanos. Las creencias religiosas pueden ayudar a encauzar las virtudes de las personas cuando las religiones no son extremistas, como el cristianismo y el budismo por ejemplo, que se basan en estamentos que llaman a amar al prójimo y a contener y controlar los deseos egoístas. Por eso se ha vertido continuamente un ateísmo recalcitrante en los medios, o propaganda solo a religiones extremistas y violentas, o discriminadoras. Así la gente no llega a estas virtudes. 

Para alguien más analítico existe la filosofía, la cual demuestra incontables veces por qué es mejor ser virtuoso que no serlo, incluso en un mundo donde predomine el mal, y podemos tomar de ejemplo sus virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Todo esto es un acto individual que requiere disciplina, pero que es posible. 




Hoy vemos cómo incontables millones de seres humanos ponen una voluntad de hierro en mejorar sus cuerpos, su estado físico y según ellos su "calidad de vida". Por supuesto que la salud es algo importante, pero hay una carencia pasmosa en hacer lo mismo con el estado mental y el espiritual. La calidad de vida real sería un cuerpo, una mente y un espíritu sano. Todos a la vez, no uno de ellos. Pareciera ser que todo esfuerzo se pone en lo material, lo superfluo, lo que "se ve", pero no en lo invisible (que suele ser lo más importante), como nuestras conductas, nuestras relaciones personales con amigos, familia, vecinos, conciudadanos. Tiene que quedar claro que esto quizás al principio no sea recíproco. Quizás seamos buenas personas y con nosotros no sean buenos, hagamos el bien y recibamos mal, y debamos ejercer el autocontrol muchas veces, para no caer en la violencia verbal, física o anónima por redes sociales, que es la más común. Quizás debamos enfrentar sentimientos de frustración, pero es lo mismo que sucede con cualquier cambio radical que hagamos en nuestra vida. Cualquiera que haya luchado contra una adicción, por ejemplo, sabe que es un camino tortuoso. Tenemos que luchar, entonces, contra la búsqueda constante del placer, el hedonismo, la comodidad, relaciones casuales sin compromiso, la creencia de una realización meramente económica. Esto nos deja una vida vacía, plagada de arrepentimientos y soledad, y terminamos formando parte de las masas manipuladas, un engranaje más en la maquinaria de control de los poderosos que perpetúan su dominio injusto sobre las masas.

Solo mejorando nuestras conductas y renovando las metas en la vida, podremos revertir la situación actual de la civilización, o al menos, sobrevivir a su inminente colapso y quizás formar parte de la nueva. No es necesario que salvemos al mundo, pero si el mundo cae, caemos todos, porque formamos parte de él. Si no nos mueve el amor al prójimo, la buena voluntad o el altruismo, al menos que lo haga el amor propio y la conveniencia. A nadie le conviene que caigamos en un abismo. A todos nos conviene que
la civilización no colapse por crímenes, disgregación, hambre y guerras.

viernes, 8 de marzo de 2024

El fin del progreso

Si nos ponemos literales, el progreso se refiere a la evolución positiva hacia un objetivo o meta determinada. Este concepto puede aplicarse en diversos contextos, desde el desarrollo personal, economía, hasta los avances en ciencia y tecnología, o bienestar social.

En el contexto de la Modernidad, la cual se asienta ideológicamente sobre el progreso, a menudo se asume la noción de uno infinito, donde el crecimiento económico y la acumulación de capital pueden (y deben) continuar indefinidamente. Sin embargo, este concepto puede ser problemático y hasta considerado imposible por algunos. Las limitaciones de los recursos naturales, las crecientes desigualdades sociales y los impactos ambientales negativos son factores que ponen en duda la sostenibilidad de estas ideas.

Todo progresa en la naturaleza, pero este progreso nunca es infinito. Lo que existe tiene un comienzo y un fin. Las estrellas, las galaxias, algunos creen que hasta el Universo. En la biología es incluso más fácil notarlo. Los seres vivos no crecen para siempre. Se desarrollan, tienen su plenitud, luego su decaimiento y eventualmente su muerte. Algunos dirán que lo “infinito” en estos casos es el hecho de mantener la especie, los genes, o “la vida”, pero lo cierto es que las especies también se extinguen eventualmente, ya sea por circunstancias locales, o planetarias. La Tierra tampoco escapará, y en algún momento se volverá inhabitable cuando nuestra estrella colapse, si es que no sucede un evento cataclísmico antes de otra naturaleza.

La búsqueda del progreso económico perpetuo no solo es un concepto ilógico, poco razonable, sino que directamente es antinatural. Como establecimos, nada puede crecer eternamente. El concepto que brega hoy es el de progresar indefinidamente sin poner una meta clara. Ni siquiera se establecen puntos a los cuales llegar, o por lo menos detenerse a disfrutar lo logrado hasta el momento. Solo se busca la ganancia, el consumo y la producción continuos. Ellos son actualmente los motores de la civilización, y muchos afirman que si se detienen esta caerá irremediablemente, cosa que, en los términos en que vivimos ahora, es posible. Se sostiene que los PBI nacionales deben crecer, que eso es lo óptimo, y aplica también a la acumulación de capitales. Si bien podemos decir con total seguridad que esto es justificado y tiene su razón de ser, ya que los países necesitan crecer antes que decrecer, como la gente necesita producir antes que dejar de hacerlo (o ambos caerían en la miseria), también podemos asegurar que es absolutamente imposible sostenerlo a largo plazo, y no es una exageración. Como contrapartida al capitalismo consumista, el comunismo y toda la rama de izquierda tampoco está libre de este defecto ideológico. Ellos quieren lo mismo, producción constante y sostenida, solo que cambiando de manos a los dueños de los medios de producción. Pero el problema de los recursos finitos, de las desigualdades crecientes, de la lucha por los bienes, de la irracionalidad de las guerras que van en aumento, son comunes a todos los regímenes actuales, sean estos de izquierda o derecha, y nos demuestran que el sistema esta al borde del agotamiento. Solo es cuestión de tiempo un colapso total. Algunos tratan de apegarse al progreso técnico creyendo que expandiéndonos al espacio este problema se termina. Pero eso es falso, porque como dijimos hasta las galaxias mueren, y además, la tecnología quizás no sea tan beneficiosa como muchos insisten. El peligro latente de la IA, las armas convencionales, biológicas, químicas y nucleares cada vez más sofisticadas y destructivas, son algunos de muchísimos ejemplos de que tal vez no lleguemos al espacio, al menos a gran escala, porque quizás ni siquiera tengamos la oportunidad de extender en el tiempo esta forma de existencia actual. El colapso civilizatorio que nos pisa los talones podría llegar antes de generar la logística necesaria para viajes espaciales continuos y viables para búsqueda de recursos y desarrollarnos en otros planetas.

Visto esto, surgen dos interrogantes. ¿Por qué llegamos al actual estado de cosas, y cómo salimos del mismo? Es llamativo cómo la gente se deja engañar hace tanto tiempo con esta idea del “progreso”, o, al menos, no la cuestiona. ¿Es porque todo el mundo la acepta y cuestionarla es tedioso, quizás improductivo? ¿Es por la continua propaganda falaz que propicia el hedonismo, el consumo y el éxito material como el sumun de la vida feliz? ¿Es una mezcla de muchos factores? Cada día la gente siente más profundamente el vacío existencial de un mundo que se rige por estas ideas homocentristas que pretenden encumbrar lo mundano y olvidar lo divino. Enseñan a tener fe en la ciencia y negarla a Dios. Hay una concentración en la salud mental, dejando de lado la espiritual, y una exacerbación del cuerpo, pero ya no como un templo del alma o del espíritu, sino como un instrumento para usarlo libidinosamente o como aumento de autoestima. Todo esto, produce un desequilibrio creciente, que a veces termina en violencia y en extremismos, tanto políticos como religiosos.

Ahora bien, no interesa tanto buscar culpables, que los hay tanto en liderazgos, pero también en quienes eligen esos liderazgos y los sostienen y no los cuestionan o, peor, defienden. Lo realmente importante, es encontrar una salida. Ese sería el segundo interrogante. ¿Cómo salimos de acá? ¿Hay siquiera una luz al final o estamos “condenados”? Tenemos que partir entonces de lo que sabemos, para tratar de idear, aunque sea de una manera tosca, primaria y fundamental, un camino que nos guíe a un destino concreto. Tenemos que fijar una meta.



Entonces el progreso existe, pero no es infinito, ni puede ser sostenido indefinidamente en el tiempo. Por lo tanto, en nuestra sociedad consumista, global, dependiente del capital financiero, estamos literalmente destinados al fracaso, al colapso, a la hecatombe. Las dos ideologías preponderantes actuales tampoco ofrecen una solución, esto es, la izquierda y la derecha, porque con sus distintos matices y más allá de lo ideológico y conceptual, en lo referente a lo material, ambas se basan en la producción, el progreso y el avance indefinido. Claramente, la solución, o al menos, la idea superadora, no puede venir de esos ámbitos. Quizá sí de algo renovado que surja de alguno de ellos, o de su conjunción, pero es meramente especulación, no existe aún.

Tampoco podemos engañarnos con agendas globales creadas supuestamente para sanear estos tipos de problemas, las cuales están promocionadas e impulsadas por la elite financiera, como lo es la Agenda 2030. Estas, disfrazadas de un buenismo empalagoso y superficial,  solo promueven bajar el consumo de alimentos y la reproducción humana a cualquier costo, pero no resuelven los problemas de fondo. Y no quieren hacerlo, porque ellos, quienes forman la elite que logró su posición privilegiada, no saldrían beneficiados si el actual orden cambiara, algo bastante obvio. ¿Tiene sentido entonces que no quieran un cambio real, sino buscar perpetuarse en la cima de la pirámide? Casi es el comportamiento lógico de cualquier instancia del poder, así como lo es en una empresa producir ganancias, porque para eso se crea, o un banco acumular capital. El poder no funciona distinto. Todo se crea para un fin específico, y no están exentos de esto las instituciones públicas ni privadas. Si bien no es irrelevante a gran escala si son moralmente y éticamente buenos o no (no lo son), lo que urge es encontrar una alternativa y no tenemos tiempo para conspiraciones, tanto las inventadas como las reales. Pero al menos la Agenda 2030 sí que nos da una pista más para resolver todo esto: nos dice básicamente por dónde NO hay que ir.





La segregación, racial, de sexos, de inmigrantes y otras, crece por muchas razones, pero la principal es porque los recursos escasean, cada día más. ¿Cómo es posible que en un mundo donde actualmente, haya gente con hambre y en la miseria, si el alimento que se produce sobra para alimentar a 8 billones de seres humanos? Esto es por el consumismo. Consumimos más de lo que el planeta puede producir en un tiempo determinado. El problema es que, en el capitalismo, se produce para generar ganancias, y esas ganancias se generan si lo que se produce es consumido por el que más ofrece, oferta y demanda. ¿Van percibiendo la lógica irresoluble? En el capitalismo, los recursos finitos son un problema. En la izquierda, el comunismo y sus variantes, tenemos el problema inverso, en el que básicamente sus promotores no entienden, no quieren entender, o simplemente son deshonestos intelectualmente, al no comprender que la gente produce para ganar algo a cambio, no por el mero hecho de “colaborar” con la sociedad. El panadero hace pan no para alimentar a otras familias, sino a la propia, y a su vez, generar ganancias. Por un lado, el capitalismo y el comercio fueron el motor incuestionable en la Historia que permitieron el avance que alcanzamos hasta el día de hoy. Por el otro, los sistemas comunistas siempre fracasaron, y esto es así porque van contra la propia naturaleza humana, y piensan al hombre como un mero engranaje social. Resumiendo, tenemos que el capitalismo nos trajo al problema actual, pero fue el responsable de muchos avances positivos anteriores, y que su opción actual, su contrapartida, es incluso peor. Entonces ya no podemos confiar en estas dos ideologías.

Primero, debemos terminar con la influencia que nos dictamina o nos impulsa al consumo desmedido, el marketing y la propaganda para tener lujos innecesarios e inútiles. No solo perjudican a los individuos sino a los a la sociedad toda, malgastando recursos y tiempo, generando un apego insano a lo material y un vacío existencial. Debemos proveernos de lo que necesitamos, y desligarnos de lo demás. Y no por eso regalar nuestro trabajo. Por ejemplo, una persona pudiente, que aplique este minimalismo, dejaría de consumir, pero no perdería el dinero o bienes que consiguió honestamente, y lo podría ahorrar para otras cosas, que también son necesarias, pero quizás más inaccesibles. No es que alguien tenga que entregar sus riquezas o su propiedad, puede venderlas y hacer uso de ellas y de su dinero como le plazca. Pero es imperativo dejar lujos y consumismo superfluos, así como productos con obsolescencia programada. Ahora bien, tampoco podemos permitir que terminemos encerrados en un cuarto de 20 metros cuadrados, con unos visores de realidad virtual, esclavos de nuestros empleadores, o mucho peor, de nosotros mismos, en un círculo de auto explotación interminable e insatisfactoria. No se puede seguir con el vicio del lujo desmedido y su inagotable búsqueda, pero tampoco caer en la trampa de algún tipo de esclavitud tecnológica distópica. Otra vez, tenemos que mirar hacia nosotros mismos. Sabemos que ambos extremos están mal, porque conocemos o al menos percibimos, de manera directa o indirecta, cabalmente o intuitivamente, lo que está bien y lo que está mal. 


Como seres humanos, necesitamos luz solar, recreación, educación, comida, abrigo, techo, y un ambiente sano que nos permita el desarrollo de una familia. Y tenemos que trasladar esto primero a iniciativas individuales, y luego, a organizaciones colectivas, privadas y públicas. Eso es un tema tan extenso que lo trataré de manera particular en el futuro, que se podría resumir en buscar la autosuficiencia energética y alimentaria, a su vez aislándose de las sociedades en proceso de colapso, en la mayor medida posible. Lo importante es, entonces, empezar a acercarse al sentido común, prever, prevenir, y actuar en consecuencia a las circunstancias locales. Los eventos se aceleran y debemos estar preparados lo mejor posible, porque el progreso no es infinito, y pronto lo aprenderá la sociedad global.


jueves, 30 de noviembre de 2023

Democracia representativa ¿Ideal, realidad o engaño?

En Argentina vivimos tiempos convulsos. Es cierto, desde que tengo memoria he escuchado y leído hasta el hartazgo que "estamos en crisis", pero debemos admitir que algunas crisis son peores que otras, o que al menos hay puntos álgidos en dichas crisis, como los eventos de finales del 2001, por ejemplo. Lo que quiero decir es que justamente hoy, a días de que comience el gobierno del presidente Milei, podemos decir que estamos viviendo eventos históricos en la Argentina. Un candidato que en dos años, basado en las redes sociales y la iniciativa individual más o menos organizada, inorgánica en su mayoría, logró ganarle por once puntos al peronismo, el partido preponderante del país que cuenta con mayor aparato, poder y recursos. Indudablemente, un hecho único y que será estudiado por varias ramas, tanto de política como de marketing (que hoy suele ser lo mismo). No sabemos cómo terminará esta historia, pero quiero sujetar mi análisis a una de las causas que considero más importantes de por qué sucedió esto, y por qué en el mundo están surgiendo movimientos similares, quizás no en lo ideológico, pero que tienen un punto en común: dudar de la democracia representativa como sistema útil. Y, en mi país, es casi un pecado digno de persecución (al menos simbólica), osar cuestionar la democracia. Pero más allá de esos sesgos, es necesario hacerlo porque claramente algo está pasando, a nivel local y mundial. 


Primero, la introducción obligada para que comprendan que es un análisis objetivo y que ustedes, después de leer esto, probablemente lleguen a conclusiones similares o al menos coincidan en ciertos puntos. La democracia hoy es un sistema de gobierno representativo, se basa en que el Pueblo elige a sus representantes y éstos, a su vez, representan, valga la redundancia, los intereses del electorado. Por lo tanto, desde el vamos es mejor que un régimen monárquico o totalitario, dado que con este sistema podemos reequilibrar más fácilmente las desigualdades, atender a las minorías y los individuos, siendo más difícil a su vez el abuso de derechos humanos básicos por parte de líderes con poderes absolutos. En la práctica no es tan sencillo, pero basta comparar un país con una democracia endeble, con un país dictatorial, y ver como en el primero hay más libertades, al menos para quejarse, y en el segundo no, más allá que económicamente algunas dictaduras sean más exitosas que algunas democracias. No voy a nombrar país alguno pero estoy seguro que ustedes podrán reconocer o googlear democracias y regímenes totalitarios actuales, para notar las diferencias. Entonces podemos decir que es preferible una democracia imperfecta que una dictadura perfecta. Bien, pero ¿y? ¿Solo eso basta para no cuestionar nada y aceptar lo que venga a ojos cerrados? Por supuesto que no.


Muchos usan maliciosamente el falso argumento de que si uno cuestiona la democracia representativa, entonces quiere una dictadura como las del pasado. Esto es por supuesto, totalmente falso. Se puede y debe cuestionar todo, y lo realmente peligroso es que no te permitan hacerlo con algo en particular. Esos ataques injustos denotan que estás tocando los intereses de alguien, o al menos, "lastimando" sus ideas erróneas que pusieron a un sistema de gobierno al nivel de una religión incuestionable. Además, te dicen que si no hay sistema mejor te debes conformar, agachar la cabeza y vivir de rodillas frente a las decisiones de terceros. No solo que es contradictorio a toda idea de libertad de pensamiento crítico, sino que realmente existen, al menos potencialmente, sistemas que podrían ser mejores, y que deberían ser puestos a prueba para descartarlos, como la antigua democracia directa (no representativa), o la distópica democracia controlada por una Inteligencia Artificial, que algunos se aventuran a imaginar como más justa y equilibrada, debido a que la IA tendría conocimiento de cada reclamo y gusto de los individuos. A lo que voy, se pueden probar cosas, solo es cuestión de tener voluntad de hacerlo. Y aquí empieza el problema. La voluntad del Pueblo ya no coincide para nada con la voluntad de la clase política, de la Dirigencia.


Volvamos a la Argentina. Desde la vuelta de la democracia, esta ha tenido muchos logros, pero sobre todo, fallos. Se habla mucho de derechos, pero estos no se cuidan ni se protegen. El engaño (que es característico de este país, no necesariamente aplicable a otros), se lleva a cabo de tal manera que se trata cierto problema específico  en discursos, charlas, marchas, e incluso se crean ministerios para atenderlo. Se aplaude mucho, se "defiende" dicha causa en cualquier lugar público posible, pero en la práctica termina sucediendo todo lo contrario. Algunos ejemplos al azar, serían el Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Trabajo, el Ministerio de la Mujer. En todos estos casos, la calidad de vida del argentino, sea una persona con insuficiencia alimentaria, o con condiciones laborales precarias, o mujeres víctimas de violencia, ha empeorado o directamente los afectados aumentan en número. Tanto víctimas del hambre, como de condiciones laborales precarias, o asesinadas, directamente. Ejemplos hay muchos más y ustedes pueden buscarlos. Estas cosas, repitiéndose a lo largo de los años sin solución, han generado en la mayoría de la población una desconfianza absoluta en la clase política como grupo, "casta", o como quieran llamarlo, y también en la Política como asunto de la vida cotidiana. Esto último resulta mucho más grave y peligroso, porque deja a las masas indefensas frente a líderes inescrupulosos que pudieran surgir con discursos demagogos. Básicamente se está cuestionando a la democracia representativa como régimen. Es lógico que suceda porque al pasar los gobiernos uno tras otro, muchas leyes, impuestos, y decisiones de índole económica y de seguridad sobre todo, han generado la idea y el discurso (acertados) de que nuestros representantes no nos representan, ni buscan ni quieren hacerlo genuinamente. La gente va a votar creyendo en tal propuesta, gana el partido con más votos, pero este no cumple lo que promete, se genera una crisis estrepitosa, y ese gobierno termina con los políticos más ricos que antes y el pueblo más pobre, Esto se repite en bucle, una y otra vez. Encima, a veces en el medio existen abusos más graves que los acostumbrados, como matar gente en las calles durante protestas, o encerrar inconstitucionalmente al pueblo hambreado, todo mientras las escuelas y hospitales se caen a pedazos, los ladrones, asesinos y demás delincuentes no van presos, y el sistema de comercio y economía se ahoga en impuestos que uno no sabe a dónde van a parar. Bueno, sí sabemos: a los bolsillos de los corruptos que viajan en yate por Europa. Los argentinos somos la prueba fáctica de que la democracia representativa puede falsearse para que un grupo organizado la use a su favor en detrimento de los electores. La existencia de esta clase dirigente o "casta" es evidente cuando vemos las mismas caras, leemos los mismos apellidos en las listas, elección tras elección, por más que los nombres de los partidos políticos cambien un poco. Si bien es cierto que este grupo no está unificado, también lo es que se dividen en dos grupos mayoritarios que pugnan por poder continuamente, olvidándose absolutamente del Pueblo y sus demandas, y usándolo a este no solo como apalancamiento en las elecciones, sino incluso como ejército privado, o fuerza de choque, de la manera más indigna, como sucede con los grupos más a la izquierda, y en el proceso intentan ahogar cualquier nuevo movimiento que surja fuera de la falsa dicotomía que ellos crearon. En lo que se refiere a la idea actual que tiene la población, quienes deberían representarnos no lo hacen, y solo buscan su propia riqueza, en detrimento de la pobreza de sus votantes. Por lo tanto, en Noviembre del 2023 en Argentina ganó la opción más antisistema que había. Y si hubiera existido otra, razonable, no violenta como es el libertarismo (por más que sus detractores mientan al respecto), que hubiera sido más antisistema aun, más radicalmente opuesta a la clase política y al régimen actual, esa hubiera ganado entonces. Porque el hastío de la población es mayúsculo, casi insostenible. La mayoría votarían lo que sea más opuesto al régimen democrático representativo y fallido actual en el que nos encontramos, básicamente. Eso sí, por ahora dentro de lo razonable, sin violencia, y confiando en las propuestas de los candidatos del sistema republicano. Todavía no se dudan de los mecanismos democráticos, al menos. Es decir, se le está dando una última oportunidad al sistema al expresar el descontento por las vías establecidas.


Y aquí viene la segunda cuestión que la democracia no ha sabido resolver, pero esta ya sí  afecta a todas las del mundo. Esto es la cuestión del Poder en nuestra sociedad. El Estado es quien rige o administra el poder, y es necesario para dirigir sociedades, porque tiene el monopolio de la violencia, la fuerza, justamente para que otros no la usen inapropiadamente. La fuerza, a fin de cuentas, es necesaria, porque no todos los individuos son altruistas, y porque la ignorancia en sí misma genera violencia o al menos, el impulso de satisfacer necesidades y deseos mediante medios no convencionales o que perjudican a algún grupo particular. El Estado debe equilibrar las libertades y necesidades individuales, y a su vez el bienestar general de las masas y la Sociedad. Por lo tanto, arbitrar entre el individuo, y los grupos sociales diversos y de toda índole. El problema surge cuando la burocracia necesaria para llevar a cabo este arbitrio, es decir la cúpula que toma decisiones, usa este poder para sus propios fines. Estos fines pueden ser meramente egoístas como sucede en Argentina (políticos que buscan riqueza, poder, y mantener estos dos), pero también pueden ser más oscuros, como imponer una Agenda global o de un grupo particular, o un ideario, como sucede con el progresismo que está debilitando a Occidente frente a Oriente. Hoy en el mundo, en ambos extremos, tanto geográficos como ideológicos, todos los Estados están tendiendo a ser orwelianos. Ya no son "gobiernos del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Ahora los Estados son dispositivos de poder que someten al individuo, disputando con los poderes financieros, económicos, y de medios masivos de comunicación, que también buscan manipular, vender sus productos o ideas. Además, los gobiernos suelen tener sus aliados en esos otros ámbitos de poder, lo que complica aún más las cosas, y las masas terminan siendo manipuladas, en detrimento del individuo. Esto ocurre con las ideologías políticas que se convirtieron en dogmas cuasi religiosos, donde remplazan a Dios por algún político simbólico de antaño, y logran así imposibilitar la discusión política. Porque en una religión, se cree o no se cree, y todo se divide en creyentes e infieles. Por eso muchos partidos políticos buscan usar la democracia representativa como ese dogma sagrado e intocable (que no lo es), para que cualquiera que ose criticarla, o mostrar sus errores, automáticamente se convierta en un golpista, pro dictadura, pro tiranos, y por lo tanto su crítica quede invalidada. Esto viene de ambos bandos en los sistemas bipartidistas o símiles, sobre todo en las democracias más jóvenes. Lo peor de todo es que estos partidos realizan estos ataques usando las poderosas herramientas del Estado cuando son gobierno. Y a veces, terminan en situaciones terribles, como sucedió en Venezuela. Buscan manipular y coaccionar a las masas con la idea de moda que más útil le sea para ese propósito en ese momento determinado, porque saben que las masas no analizan, no reflexionan, no profundizan. Esto sucede por muchas razones, como las necesidades, la urgencia del cambio, una potencial catástrofe, etcétera. A veces las masas solo pueden seguir un eslogan y no mucho más, pensando que quizás a futuro habrá tiempo para analizar y deglutir una propuesta. Por ejemplo, cuando las condiciones económicas apremian, o el país corre cierto riesgo, real o inventado, de caer en una dictadura de algún tipo. Nótese que esto no es algo meramente local.  Fíjense lo que está pasando en Holanda, algunos estados de Estados Unidos, España, Italia, Sri Lanka. Si bien las circunstancias pueden variar, comenzó, en algunos lugares hace rato, la desconfianza en el régimen democrático (representativo o sus variantes). Sobra evidencia ya que se usan los gobiernos para atacar a grupos específicos de la población (como los granjeros), para cumplir una agenda externa, y esto genera una esperable reacción de la población en las calles y/o en las urnas. Reacción que está creciendo y que al día de hoy no sabemos cómo va a terminar. 



Entonces, surge la pregunta obvia: ¿Qué podemos hacer? Bueno, alguien debe y alguien conducirá eventualmente a las sociedades. El Estado está cada día más intrusivo gracias también a la tecnología, y todo parece tender a las obras ficticias de Orwell, 1984, de Huxley, un Mundo Feliz, o una mezcla de ambas, donde se busca coartar libertades en pos de lograr una supuesta seguridad económica o de supervivencia que está en peligro, o según el caso, prácticamente no existan ya. Podemos suponer entonces que, si las medidas diseñadas para que el Pueblo se exprese no logran su objetivo, y es poco probable que suceda porque la dirigencia logró "hackear" el sistema según lo antes expuesto, entonces las masas se levantarán contra sus opresores en alguna suerte de Revolución Francesa, navidad rumana, o quizás a lo Singapur, con mayor, menor o nulo éxito, dependiendo cada caso particular y sus circunstancias. Pero es seguro que en algún momento, los dogmas políticos y partidarios, los lavados de cerebro educativos y de los medios masivos de comunicación, dejarán de tener efecto frente al hambre, el miedo de ser robado o asesinado, las carencias económicas, afectivas, sociales y espirituales, que van en aumento. Las promesas ya no serán creídas, sean ciertas o no, y la clase dirigente será sacudida, remplazada, si no borrada totalmente, de una manera metafórica o literal. Irónicamente, la manera de evitar que todo termine de la peor manera es justamente hacer valer, conocer, replicar nuestras críticas al sistema, para que éste, aunque sea de manera precaria, logre el equilibrio, el arbitrio, entre los poderosos y los sometidos (voluntariamente) a la República, la Democracia Representativa, y sus dogmas. Pero sus defensores más acérrimos quizás no lo permitan, y por lo tanto ellos mismos sean en parte responsables de la destrucción de lo que desean defender y sostener. No hago mención de la resistencia de la clase política porque no vale la pena, ellos a esta altura solo buscan mantener su poder e intereses intactos, pero están ciegos, porque insisten con las herramientas del pasado que ya no funcionan, cosa vista en las últimas elecciones de Argentina y otros lugares del mundo. La Revolución puede parecer inevitable, pero no necesariamente tiene que ser violenta. Puede haber algún tipo de idea o acuerdo que morigere el golpe. Eso sí, el cambio ya no solo es necesario, sino que ha comenzado y no puede ser detenido, solo quizás más o menos dirigido. Estamos a pocos pasos del caos y depende de nosotros, de aceptar los errores en el que vivimos, las carencias de nuestros sistemas y regímenes, para que lo nuevo que venga sea mejor y no peor. Para que evolucionemos como sociedad y no entremos en decadencia. El final todavía está abierto.


viernes, 30 de julio de 2021

Cuba, Venezuela, ¿Argentina?

Sobrada es la conocida situación de la "Revolución cubana". Una revolución que duró 60 años que solo terminó con las libertades de su pueblo, y su capacidad de tener las tres comidas diarias. Lo mismo es la situación de Venezuela. No voy a hacer hincapié en esos países, pueden preguntarle a cualquier cubano que se escapó en balsa, a cualquier venezolano que llegó a a Argentina vendiendo todo lo que tenía. Ellos, mucho mejor que yo, sabrán explicarles las bondades de las "revoluciones socialistas" y sus dictadores cuasi eternos.



Ahora bien, todos recordarán el viaje a Cuba por parte de Cristina Kirchner, la vicepresidenta, que sabemos que es la líder actual del país, con su marioneta prostibularia en el cargo que hoy parece ser meramente protocolar, mancillando el sillón de Rivadavia. Dicho viaje fue realizado en plena pandemia, cuando la mayoría de los mortales en Argentina teníamos prohibido salir de casa después de las 6 de la tarde, ni hablar viajar a otros países. ¿Por qué Cuba? Bien, no es difícil unir ciertos patrones. En Latinoamérica, el comunismo, en su devenida forma de "socialismo Patria Grande", no es más que la mano imperialista de China y Rusia. Cuba y Venezuela son la cabeza de playa del comunismo en el continente, y el avance continúa. 



En el medio de toda esta lucha supranacional e ideológica, existe algo mucho más importante para nosotros los argentinos: están en riesgo nuestros derechos más básicos, nuestras libertades constitucionales, el futuro de nuestra generación, y quizás, de la siguiente. Sabemos sobradamente ya, que el socialismo se financia con emisión monetaria, inflación, y que les conviene una clase media pobre o que haya huido del país, para así esclavizar a los pocos hambreados que queden a base de un Estado enorme y controlador, donde es imposible rebelión alguna. Sucedió en Cuba, luego en Venezuela, y está sucediendo acá.


Quizás exista una salida. Cuando las cosas empeoren, incluso los más optimistas, los puristas y hasta los cómplices, no podrán negar que hay que luchar contra todo esto, o ver perecer la Patria y todo lo que eso conlleva (sufrimiento de amigos, familia, y propio). Y siendo que las dos fuerzas políticas más grandes, Juntos por el Cambio, y Frente de Todos, votan las mismas leyes socialistas y perjudiciales (teletrabajo, aborto, cupo trans, grandes fortunas, alquileres, góndolas, Micaela, atrasar elecciones, entre muchas otras), y violan las libertades constitucionales más básicas una y otra vez usando de excusa la pandemia, tanto en lugares gobernados por unos como otros, oficialistas y "opositores"queda claro que todos los que percibimos como se van desarrollando los hechos, incluyendo las fuerzas políticas que pretenden combatir esta agenda, debemos unirnos y organizarnos en un solo bloque, y lo antes posible.  



martes, 11 de mayo de 2021

Nuestra peor pesadilla


La última vez que escribí fue en 2013, y releerme es como viajar en el tiempo. Hoy, 2021, podemos decir que nuestras peores pesadillas se han cumplido. En el mundo, pandemia desde el 2020, y en Argentina, muchísimo peor: el kirchnerismo gobierna.





El macrismo no solo fracasó como gobierno por su carácter intervencionista estatal, tibio con los criminales de toda índole, y débil. Sino que fue entregador, de recursos, dinero, y poder, tanto hacia el extranjero como a las propias mafias internas. Claramente, hoy se puede decir que son un socio del kirchnerismo. Así que lograron lo que hace 7 años se creía imposible imposible: Alberto Fernández presidente de la Nación.

Entre medio de todo eso que sucedió, nos queda también Massa, Lavagna, con pactos que terminaron traicionando a sus votantes, pero siempre afines al kirchenrismo, podemos decir que el proceso de venezuelización chavista, es decir, el plan que trajo la Mamba Negra de Tolosa, de su viaje a Cuba, avanzan con total normalidad y éxito. 

Hay tanto por escribir al respecto, que esta entrada será a modo introductorio, como una nueva bienvenida a mi blog después de tantos años, de tanta agua que corrió bajo el puente. Hoy estamos, indudablemente, mucho peor, en todo sentido.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El logro del Kirchnerismo

El kirchnerismo nació con Néstor, y ahora continúa con Cristina, si bien es muy distinto a lo que era. Pero en lo que se refiere a "relato" no ha cambiado. El matrimonio Kirchner siempre trató de emular a Perón y Evita, y es en base a ésto aunque muchos lo nieguen, que calaron hondo en el electorado, en las últimas elecciones por lo menos. Son un movimiento peronista y como todo peronismo, se basan en la corrupción, connivencia criminal y negociados, para tomar y conservar el poder. De hecho, la corrupción resultó tan evidente que se llegó a decir que "el menemismo era la banda soporte de este recital". 
   Sin embargo, no voy a tratar los aspectos negativos del kirchnerismo, ya discutidos y conocidos por todos. Sino de lo bueno, lo que logró este peronismo de la "década ganada". Hay dos cosas importantes que se lograron: primero, poder volver a tratar temas que eran tabúes en nuestra sociedad, como la persona de Perón con sus defectos y virtudes, las dictaduras argentinas, la subversión, los desaparecidos, los negociados, en las épocas más violentas de nuestro país y actualmente. Y segundo, lo más importante: alentaron a que gran parte de la juventud participara o por lo menos se interesara en la política. Esto último es muy relevante, porque el kirchnerismo, inevitablemente, va a menguar, y dejará de ser Gobierno en algún momento. Pero los jóvenes que empezaron a preocuparse por su país, participar, militar en algún partido político, cualquiera sea éste, ya son una ganancia para las generaciones por venir. Ahora que hay más interés en la política, y con la ayuda inestimable y siempre presente de internet, es más difícil que la gente sea engañada por el puntero de barrio, o demagogo de turno en los medios masivos. Es decir, surge la real posibilidad de que los argentinos maduremos como pueblo y dejemos de ser corderos cobardes que por culpa de algunos pocos corruptos y nuestra propia ignorancia, pasamos de una crisis a otra continuamente. Ésto puede cambiar ahora, y así, el kirchnerismo pudo haber logrado lo impensado: que no haya más kirchnerismos.