"El mundo llegará a ser desnaturalizado por el poder de la
pantalla doméstica. Toda mala influencia será desparramada groseramente, sobre
todo hogar, y será impuesta por el comercio avisador que busca la masa. Las
masas se embrutecerán dominadas por las órdenes disfrazadas de paraísos fáciles
y superiores, contemplarán la estupidez y la inmoralidad con fruición. Llegará
el día en que el grueso popular será manejado como aprisco”.
Benjamín Solari Parravicini, 1938.
El poder casi siempre se concentra, pocas veces se disgrega. Esto tiene que ver con dos aspectos técnicos y con uno humano: por un lado, el centralizar la organización debido a la cada vez mayor complejidad social y política y la subsiguiente acumulación de control, y, por otro lado, el defecto humano de la ambición, asociada a su vez a este proceso de centralización. Históricamente, podemos verlo en las tribus que pasaron a ser aldeas, las aldeas a ciudades-estado, después aparecieron los reinos y las divisiones feudales, luego los imperios, llegando a las naciones y, por último, las organizaciones supranacionales, que buscan agrupar bajo su control a varias naciones, como la ONU, la OMS, la OMC, y bloques como la Unión Europea, Mercosur, NAFTA, entre otros.}
Recuerden que no existen las voluntades nacionales, supranacionales, ni nada por el estilo. Solo existe la voluntad de los poderosos que persiguen sus intereses, utilizando como medio para este fin a las instituciones privadas, gubernamentales, los Estados nacionales y las organizaciones internacionales. El problema consecuente, con el devenir de la globalización, es que tanto poder concentrado genera ambición en los pocos seres humanos que lo ejercen. Y digo pocos por su número y no por sus mejores capacidades, prestigio u otra razón meritoria, sino porque las élites del mundo así lo dispusieron, arbitrariamente. Ni siquiera nos gobiernan "los mejores" sino los grupos y sociedades secretas que se pasan el poder económico generación tras generación, y en el caso de las naciones, los "elegidos" por las masas. Aquí radica el nudo de todo: las masas son fácilmente manipulables por aquellos individuos que fueron elegidos por ellos, aunque lo hagan a base de manipulaciones. Esta búsqueda por parte de las élites de lo que pareciera una virtual esclavización mundial, si no se detiene pronto, nos llevará inevitablemente a la ruina como civilización. Un colapso que comenzará con escasez de bienes y terminará con guerras, previamente con una disolución moral y espiritual de las naciones. Algo que podemos ver hoy claramente en Occidente.
Teoría
Para abordar esa problemática de las masas manipuladas, tenemos que entender la relación existente entre el bien y el mal, y a su vez la diferencia entre el individuo y el ámbito social. Esto ha sido un tema recurrente en la filosofía y la psicología social. Este análisis se enmarca en una paradoja fundamental: como individuos que, en su mayoría, son moralmente buenos o al menos creen serlo, pueden colectivamente tomar decisiones que resulten en el mal social, y viceversa. Para explorar esta dualidad, nos apoyaremos en las obras y conceptos de tres destacados pensadores: Gustave Le Bon, José Ortega y Gasset, y Sigmund Freud.
Gustave Le Bon, en su obra "La Psicología de las Multitudes"
(1895), ofrece una perspectiva pionera sobre la irracionalidad colectiva. Le
Bon argumenta que cuando los individuos se agrupan en multitudes, su
comportamiento se transforma. Los individuos pierden su sentido crítico y
racional, y son dominados por un inconsciente colectivo que tiende hacia lo
irracional y lo emocional.
Le Bon sugiere que las multitudes son fácilmente
influenciables y pueden ser manipuladas por líderes carismáticos que entienden
y explotan sus emociones. En este contexto, la "virtud" individual
puede quedar eclipsada por decisiones colectivas impulsivas y destructivas.
Así, un grupo de individuos, cada uno capaz de distinguir el bien del mal,
puede actuar de manera maliciosa cuando se encuentra inmerso en una masa, por
diversas razones, como la presión social, la conveniencia, incluso las
emociones.
José Ortega y Gasset, en su obra "La Rebelión de las Masas" (1930), aborda el impacto de la mediocridad y el conformismo en la
sociedad moderna. Ortega y Gasset describe cómo el auge de las masas lleva a
una sociedad donde la mediocridad se convierte en la norma. En su visión, el
"hombre masa" no se rige por principios elevados o un sentido de
responsabilidad individual, sino que se conforma con lo que la mayoría acepta
sin cuestionar.
Para Ortega y Gasset, la paradoja radica en que la capacidad
de juicio y la excelencia individual son sacrificadas en el altar de la
conformidad social. Las decisiones colectivas, aunque pueden parecer democráticas,
a menudo se ven comprometidas por la falta de reflexión crítica y la adopción
de soluciones simplistas y populares, que pueden ser moralmente incorrectas.
Sigmund Freud, en su ensayo "Psicología de las Masas y Análisis del Yo" (1921), profundiza en cómo la dinámica grupal afecta la
psique individual. Freud postula que en una masa, los individuos tienden a
identificarse con un líder o una idea dominante, lo que les proporciona un
sentido de pertenencia y seguridad. Esta identificación puede suprimir las
diferencias individuales y diluir la capacidad crítica personal.
Freud explica que en el contexto de una masa, los individuos
pueden participar en actos que, de otro modo, considerarían inmorales si
actuaran solos. Esto se debe a la pérdida del "superyó" individual,
sustituido por una moralidad colectiva que puede justificar acciones
destructivas en nombre del grupo. Así, una multitud de individuos buenos puede
cometer actos malvados debido a una suerte de disolución de la responsabilidad
individual en el colectivo.
Hay otros pensadores y teóricos que fueron más allá, porque ya vislumbraron la posibilidad de utilizar esta debilidad de las masas, y cómo se haría o ya se hace en beneficio del poder. Estos son Hannah Arendt, Michel Foucault, haremos una mención especial a dos que lograron aprovechar esta dinámica en su beneficio y en perjuicio de millones, Karl Marx y Friedrich Engels, terminando con el más actual, Noam Chomsky que nos acerca a la situación presente.
Hannah Arendt, en "Los Orígenes del Totalitarismo" (1951) analiza cómo los regímenes totalitarios manipulan a las masas. Según Arendt, las masas son particularmente vulnerables a la manipulación en contextos de crisis social y política. Los movimientos totalitarios explotan esta vulnerabilidad al ofrecer una narrativa simplificada y una identidad colectiva que resuelve las incertidumbres y ansiedades individuales. Los regímenes totalitarios utilizan ideologías y propaganda para crear una realidad alternativa que refuerza su poder. Esta propaganda no necesita ser creíble, solo repetitiva y omnipresente, logrando así que las masas acepten pasivamente las mentiras del régimen.
Arendt argumenta que las masas manipulables surgen en
situaciones de aislamiento y atomización social, donde los lazos tradicionales
se han roto. Este aislamiento hace que las personas busquen pertenencia y
significado en movimientos de masas, haciéndolas más manipulables. La
globalización, como es evidente, busca ese aislamiento y atomización, en
detrimento de conservar las tradiciones locales y nacionales.
Sostiene que en un contexto totalitario, las masas tienden a
adoptar un conformismo que suprime la individualidad y el pensamiento crítico.
La conformidad asegura que las personas se alineen con las normas del régimen,
independientemente de su contenido moral.
En el proceso de conformarse a la ideología totalitaria, los
individuos dentro de los grupos colectivos pueden volverse indiferentes a las
atrocidades cometidas en nombre del régimen. Este proceso de deshumanización es
una forma de "estupidez" moral, donde la capacidad de juzgar
correctamente y empatizar con los demás se ve erosionada. Algo muy común en
dictaduras de izquierda y derecha. Hoy en día, si somos estrictamente técnicos,
existen solo dictaduras de izquierda; las de derecha cayeron porque estaría en
discusión si la Rusia de Putin es una dictadura.
Michel Foucault, en "Vigilar y Castigar" (1975) y en
"Historia de la Sexualidad" (1976), aborda la manipulación de las masas
desde la perspectiva del poder y la disciplina. Según Foucault, las sociedades
modernas ejercen control sobre las masas a través de mecanismos de vigilancia y
normalización. Es decir, esta manipulación es una de las que presenciamos
actualmente. Introduce el concepto de biopoder, donde el poder se ejerce sobre
los cuerpos y las poblaciones. Este poder se manifiesta a través de
instituciones como hospitales, prisiones y escuelas, que regulan y controlan el
comportamiento humano. La vigilancia se convierte en un mecanismo clave para
controlar las masas. El panóptico, una estructura de vigilancia donde todos
pueden ser observados en cualquier momento, es una metáfora de cómo la
vigilancia disciplinaria induce autorregulación y conformidad en las masas.
Argumenta que la normalización es un proceso mediante el
cual las masas son inducidas a conformarse a ciertos estándares de
comportamiento y pensamiento. Esta conformidad crea una mediocridad generalizada,
donde la diversidad y la desviación son suprimidas. Esto es clave: la
mediocridad. El mundo actual vive en una mediocridad abrumadora, donde la
tecnología, los avances científicos, están dejando atrás a las masas. Otro
peligro que nos indica que quizás en un futuro todo sea administrado por una IA,
o al menos surjan “grupos” que intenten imponer esto.
También a través de la educación, la medicina y otras
instituciones, las masas son entrenadas para aceptar y reproducir normas sin
cuestionarlas, lo que puede ser visto como una forma de estupidez colectiva, donde
el pensamiento crítico y la individualidad son suprimidos. El cuestionamiento
de las normas debe tener un fundamento lógico y racional. Hoy en día se busca
ridiculizar a las voces que nos dicen que la sociedad está atravesando una
peligrosa debacle.
Karl Marx y Engels, en "El Manifiesto Comunista" (1848) y "El Capital" (1867), utilizan esta debilidad de las masas para movilizarlas según sus propias ambiciones. Aprovechándose de las debilidades del capitalismo (todos los sistemas económicos son perfectibles y tienen fallas inherentes), sostienen que habrá una masa alienada fácil de manipular. Todos los líderes comunistas del mundo, especialmente aquellos que gobiernan dictaduras, se basan en estas masas subyugadas ideológicamente para mantener sus regímenes. Básicamente, el comunismo es la materialización de la manipulación de las masas, pero no es el único ejemplo exitoso.
Por último, Noam Chomsky en "Consenso Manufacturado: La Economía Política de los Medios de Comunicación" (1988) - escrito junto con Edward S. Herman - e "Ilusiones necesarias: Control del Pensamiento en las Sociedades Democráticas" (1989), discute sobre cómo los medios de comunicación y las élites controlan y manipulan la opinión pública y nos presenta ciertas pautas.
Concentración de la propiedad de los medios: Los medios de comunicación están controlados por un pequeño número de grandes corporaciones que tienen intereses económicos y políticos propios. Esto se hace para mantener el control sobre la narrativa pública y proteger los intereses de las élites.
Publicidad como ingreso principal: Los medios dependen en gran medida de los ingresos por publicidad, lo que los hace susceptibles a la influencia de las grandes empresas que compran esos espacios publicitarios. Así se asegura que los contenidos mediáticos no dañen los intereses de los grandes anunciantes o del propio gobierno, si tiene publicidad en los medios.
Suministro de noticias por las élites: Las grandes corporaciones y el gobierno proporcionan la mayoría de la información que los medios difunden, mediante conferencias de prensa, comunicados y filtraciones. De esta manera, se controla la agenda de noticias y se garantiza que los informes sean favorables a los intereses de las élites.
Respuestas negativas para los disidentes: Las voces disidentes son marginalizadas, ridiculizadas o ignoradas, y los periodistas que desafían la narrativa oficial enfrentan consecuencias profesionales. Esto se vio durante la pandemia en todas las naciones del mundo, en mayor o menor medida. Esto desalienta la crítica y mantiene la conformidad entre los periodistas, que terminan siendo agentes de desinformación o distracción.
Uso de la ideología: Históricamente, el anticomunismo se ha utilizado como una herramienta para desacreditar y atacar a cualquier movimiento o ideología que desafíe el statu quo. Ahora se hace lo mismo con cualquier ideología que cuestione el progresismo, viviendo lo que sería el anti conservadurismo. Siempre se crea un enemigo común para justificar la represión de movimientos antiprogresistas o de rebeldes que no adopten las medidas generales. También se vio durante la pandemia y es común en los medios masivos de comunicación, donde se castigan y acallan las voces disidentes o con pensamiento crítico.
Creación del consenso a través de la propaganda: La propaganda se utiliza para crear un consenso entre la población sobre ciertas políticas y acciones gubernamentales. Esto asegura el apoyo público y la legitimidad de las políticas elitistas.
Distorsión y filtrado de información: La información se presenta de manera que favorezca a las élites, a menudo distorsionando hechos o filtrando noticias que no se alinean con sus intereses. Esto se hace para manipular la percepción pública y ocultar la verdad. Como cuando se ocultaron los efectos masivos adversos de las inoculaciones de vacunas que no habían pasado la fase 3 experimental, generando una virtual nueva pandemia de casos de miocarditis, pero que los medios, salvo contadísimas excepciones, suelen "ignorar".
Desviar la atención del público: Los medios se enfocan en noticias triviales o sensacionalistas para desviar la atención de asuntos importantes. Esto evita que el público se concentre en temas que podrían cuestionar el poder de las élites.
Control del lenguaje y la terminología: El lenguaje se utiliza cuidadosamente para influir en la percepción pública; se emplean términos cargados y eufemismos para suavizar o legitimar ciertas acciones. Esto moldea la percepción y opinión pública de manera favorable a las élites. Esto se ha visto con muchas políticas progresistas impuestas en países que no lo son, donde solo una minoría las aprueba, pero se imponen igualmente a todos, acallando a las mayorías y vulnerando el espíritu democrático de las repúblicas.
Fragmentación y atomización de la sociedad: Se promueve la fragmentación social y el individualismo extremo para evitar la formación de movimientos colectivos que puedan desafiar al poder. Si es necesario, tienen agentes en ambos bandos enfrentados, para evitar así cualquier intento de reconciliación. El infame "divide y vencerás".
Práctica
La historia de la humanidad, y especialmente la sociedad
actual, demuestra que muchas teorías ya se han probado y aplicado. Observemos
los métodos descritos por los autores mencionados, hoy en día presentes en
empresas, instituciones públicas, grupos, partidos y religiones: se critica el
pensamiento crítico y se fomenta seguir decisiones colectivas. La propaganda
repetitiva y omnipresente en medios de comunicación, espectáculos y ONGs es
común, incluso cuando la gente no está de acuerdo, utilizada principalmente por
el progresismo global con sus valores negativos o disvalores.
El aislamiento y la atomización social debilitan a los
individuos, obligándolos a buscar grupos donde se sientan representados, con
las redes sociales jugando un papel clave para unir y radicalizar facciones
partidarias, religiosas e ideológicas. Esto es frecuente en partidos políticos,
donde no se cuestionan a los líderes ni a quienes ocupan cargos importantes en
los poderes ejecutivo y legislativo si llegan al poder.
Las redes sociales difunden mentiras que eventualmente son
aceptadas, y a su vez las personas realmente no conocen ni aprecian al prójimo del otro lado de
la pantalla, viéndolos como objetos para satisfacer necesidades egoístas
(clientes, parejas potenciales, relaciones sexuales casuales) o como alguien a
superar en una competencia enfermiza sobre quién es más feliz y realizado,
basada en envidia, tristeza, egocentrismo y vanidad, explotando las debilidades
humanas de quienes carecen de autocontrol o una moral firme.
Las sociedades son vaciadas de contenido y tradiciones, como
en la Europa antes cristiana o Latinoamérica, imponiendo gustos, músicas y
valores desconocidos, alienando a las masas y debilitando sus defensas contra
el colectivismo manipulador. Los valores morales, éticos, filosóficos y
espirituales son erosionados y reemplazados por otros más afines al régimen que puede ser ideológico,
explicando esto el ataque actual a las ramas conservadoras que buscan conservar un espíritu
nacional, convirtiéndose en enemigos del progresismo, comunismo, anarquismo o
ultraliberalismo.
Se crea una mediocridad abrumadora que genera conformismo e inmovilidad, una sensación de no poder cambiar nada a gran escala, llevando a una vida carente de sentido existencial y sin aspirar a logros trascendentales, enfocada únicamente en conseguir dinero como objetivo final, basada en hedonismo y una existencia materialista y vacía de significado.
¿Qué se puede hacer? Evidentemente, es difícil dirigir a las masas hacia el bien. No es factible ni viable utilizar las mismas estrategias engañosas, corruptoras e insidiosas para lograr un cambio, ya que su éxito radica en negar todas las condiciones positivas del individuo que queremos recuperar. Por lo tanto, la única forma de combatirlo es a través de la virtud y la iniciativa individual, que puede o no hacerse colectiva.
La Virtud como respuesta
Ahora bien, en un mundo cada vez más carente de amor por el prójimo, la naturaleza e incluso la vida misma, debemos definir primero qué es la virtud. Mucha gente cree que las decisiones que toma en su vida cotidiana, política y pública son las correctas. Es decir, la mayoría se considera "buena" y cree que hace el bien, o al menos, que no daña a nadie. Pero los resultados visibles en nuestra sociedad demuestran que esto no es más que un autoengaño. Por ejemplo, defender a un partido político que empobreció tu país, o personas que tiran semillas en cualquier lugar creyendo que están "ayudando a la naturaleza" cuando en realidad están favoreciendo a plantas invasoras que destruyen ecosistemas enteros, y así podría dar infinidad de ejemplos. Por lo tanto, debemos aceptar que la frase "el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones" puede sonar cruel o injusta, pero es absolutamente cierta. Nuestra sociedad vive actualmente en un limbo donde cada individuo cree estar haciendo lo mejor, lo correcto, y evidentemente no es así. Por eso, la virtud, en principio, debe ser abordada desde una perspectiva utilitarista; lo que importa son los resultados, ya que, como hemos ejemplificado anteriormente, las intenciones son secundarias si nos llevan a resultados negativos.
Revertir la situación requiere un nuevo individualismo, uno no egoísta. Basados en las virtudes teologales, esperanza, fe, caridad, añadiendo el altruismo y un progreso que no surja a costa de dejar de lado los valores humanos. Las creencias religiosas pueden ayudar a encauzar las virtudes de las personas cuando las religiones no son extremistas, como el cristianismo y el budismo por ejemplo, que se basan en estamentos que llaman a amar al prójimo y a contener y controlar los deseos egoístas. Por eso se ha vertido continuamente un ateísmo recalcitrante en los medios, o propaganda solo a religiones extremistas y violentas, o discriminadoras. Así la gente no llega a estas virtudes.
Para alguien más analítico existe la filosofía, la cual demuestra incontables veces por qué es mejor ser virtuoso que no serlo, incluso en un mundo donde predomine el mal, y podemos tomar de ejemplo sus virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Todo esto es un acto individual que requiere disciplina, pero que es posible.
Hoy vemos cómo incontables millones de seres humanos ponen una voluntad de hierro en mejorar sus cuerpos, su estado físico y según ellos su "calidad de vida". Por supuesto que la salud es algo importante, pero hay una carencia pasmosa en hacer lo mismo con el estado mental y el espiritual. La calidad de vida real sería un cuerpo, una mente y un espíritu sano. Todos a la vez, no uno de ellos. Pareciera ser que todo esfuerzo se pone en lo material, lo superfluo, lo que "se ve", pero no en lo invisible (que suele ser lo más importante), como nuestras conductas, nuestras relaciones personales con amigos, familia, vecinos, conciudadanos. Tiene que quedar claro que esto quizás al principio no sea recíproco. Quizás seamos buenas personas y con nosotros no sean buenos, hagamos el bien y recibamos mal, y debamos ejercer el autocontrol muchas veces, para no caer en la violencia verbal, física o anónima por redes sociales, que es la más común. Quizás debamos enfrentar sentimientos de frustración, pero es lo mismo que sucede con cualquier cambio radical que hagamos en nuestra vida. Cualquiera que haya luchado contra una adicción, por ejemplo, sabe que es un camino tortuoso. Tenemos que luchar, entonces, contra la búsqueda constante del placer, el hedonismo, la comodidad, relaciones casuales sin compromiso, la creencia de una realización meramente económica. Esto nos deja una vida vacía, plagada de arrepentimientos y soledad, y terminamos formando parte de las masas manipuladas, un engranaje más en la maquinaria de control de los poderosos que perpetúan su dominio injusto sobre las masas.
Solo mejorando nuestras conductas y renovando las metas en
la vida, podremos revertir la situación actual de la civilización, o al menos,
sobrevivir a su inminente colapso y quizás formar parte de la nueva. No es
necesario que salvemos al mundo, pero si el mundo cae, caemos todos, porque
formamos parte de él. Si no nos mueve el amor al prójimo, la buena voluntad o el altruismo, al menos que lo haga
el amor propio y la conveniencia. A nadie le conviene que caigamos en un abismo. A todos nos conviene que
la civilización no colapse por crímenes, disgregación, hambre y guerras.
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