jueves, 30 de noviembre de 2023

Democracia representativa ¿Ideal, realidad o engaño?

En Argentina vivimos tiempos convulsos. Es cierto, desde que tengo memoria he escuchado y leído hasta el hartazgo que "estamos en crisis", pero debemos admitir que algunas crisis son peores que otras, o que al menos hay puntos álgidos en dichas crisis, como los eventos de finales del 2001, por ejemplo. Lo que quiero decir es que justamente hoy, a días de que comience el gobierno del presidente Milei, podemos decir que estamos viviendo eventos históricos en la Argentina. Un candidato que en dos años, basado en las redes sociales y la iniciativa individual más o menos organizada, inorgánica en su mayoría, logró ganarle por once puntos al peronismo, el partido preponderante del país que cuenta con mayor aparato, poder y recursos. Indudablemente, un hecho único y que será estudiado por varias ramas, tanto de política como de marketing (que hoy suele ser lo mismo). No sabemos cómo terminará esta historia, pero quiero sujetar mi análisis a una de las causas que considero más importantes de por qué sucedió esto, y por qué en el mundo están surgiendo movimientos similares, quizás no en lo ideológico, pero que tienen un punto en común: dudar de la democracia representativa como sistema útil. Y, en mi país, es casi un pecado digno de persecución (al menos simbólica), osar cuestionar la democracia. Pero más allá de esos sesgos, es necesario hacerlo porque claramente algo está pasando, a nivel local y mundial. 


Primero, la introducción obligada para que comprendan que es un análisis objetivo y que ustedes, después de leer esto, probablemente lleguen a conclusiones similares o al menos coincidan en ciertos puntos. La democracia hoy es un sistema de gobierno representativo, se basa en que el Pueblo elige a sus representantes y éstos, a su vez, representan, valga la redundancia, los intereses del electorado. Por lo tanto, desde el vamos es mejor que un régimen monárquico o totalitario, dado que con este sistema podemos reequilibrar más fácilmente las desigualdades, atender a las minorías y los individuos, siendo más difícil a su vez el abuso de derechos humanos básicos por parte de líderes con poderes absolutos. En la práctica no es tan sencillo, pero basta comparar un país con una democracia endeble, con un país dictatorial, y ver como en el primero hay más libertades, al menos para quejarse, y en el segundo no, más allá que económicamente algunas dictaduras sean más exitosas que algunas democracias. No voy a nombrar país alguno pero estoy seguro que ustedes podrán reconocer o googlear democracias y regímenes totalitarios actuales, para notar las diferencias. Entonces podemos decir que es preferible una democracia imperfecta que una dictadura perfecta. Bien, pero ¿y? ¿Solo eso basta para no cuestionar nada y aceptar lo que venga a ojos cerrados? Por supuesto que no.


Muchos usan maliciosamente el falso argumento de que si uno cuestiona la democracia representativa, entonces quiere una dictadura como las del pasado. Esto es por supuesto, totalmente falso. Se puede y debe cuestionar todo, y lo realmente peligroso es que no te permitan hacerlo con algo en particular. Esos ataques injustos denotan que estás tocando los intereses de alguien, o al menos, "lastimando" sus ideas erróneas que pusieron a un sistema de gobierno al nivel de una religión incuestionable. Además, te dicen que si no hay sistema mejor te debes conformar, agachar la cabeza y vivir de rodillas frente a las decisiones de terceros. No solo que es contradictorio a toda idea de libertad de pensamiento crítico, sino que realmente existen, al menos potencialmente, sistemas que podrían ser mejores, y que deberían ser puestos a prueba para descartarlos, como la antigua democracia directa (no representativa), o la distópica democracia controlada por una Inteligencia Artificial, que algunos se aventuran a imaginar como más justa y equilibrada, debido a que la IA tendría conocimiento de cada reclamo y gusto de los individuos. A lo que voy, se pueden probar cosas, solo es cuestión de tener voluntad de hacerlo. Y aquí empieza el problema. La voluntad del Pueblo ya no coincide para nada con la voluntad de la clase política, de la Dirigencia.


Volvamos a la Argentina. Desde la vuelta de la democracia, esta ha tenido muchos logros, pero sobre todo, fallos. Se habla mucho de derechos, pero estos no se cuidan ni se protegen. El engaño (que es característico de este país, no necesariamente aplicable a otros), se lleva a cabo de tal manera que se trata cierto problema específico  en discursos, charlas, marchas, e incluso se crean ministerios para atenderlo. Se aplaude mucho, se "defiende" dicha causa en cualquier lugar público posible, pero en la práctica termina sucediendo todo lo contrario. Algunos ejemplos al azar, serían el Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Trabajo, el Ministerio de la Mujer. En todos estos casos, la calidad de vida del argentino, sea una persona con insuficiencia alimentaria, o con condiciones laborales precarias, o mujeres víctimas de violencia, ha empeorado o directamente los afectados aumentan en número. Tanto víctimas del hambre, como de condiciones laborales precarias, o asesinadas, directamente. Ejemplos hay muchos más y ustedes pueden buscarlos. Estas cosas, repitiéndose a lo largo de los años sin solución, han generado en la mayoría de la población una desconfianza absoluta en la clase política como grupo, "casta", o como quieran llamarlo, y también en la Política como asunto de la vida cotidiana. Esto último resulta mucho más grave y peligroso, porque deja a las masas indefensas frente a líderes inescrupulosos que pudieran surgir con discursos demagogos. Básicamente se está cuestionando a la democracia representativa como régimen. Es lógico que suceda porque al pasar los gobiernos uno tras otro, muchas leyes, impuestos, y decisiones de índole económica y de seguridad sobre todo, han generado la idea y el discurso (acertados) de que nuestros representantes no nos representan, ni buscan ni quieren hacerlo genuinamente. La gente va a votar creyendo en tal propuesta, gana el partido con más votos, pero este no cumple lo que promete, se genera una crisis estrepitosa, y ese gobierno termina con los políticos más ricos que antes y el pueblo más pobre, Esto se repite en bucle, una y otra vez. Encima, a veces en el medio existen abusos más graves que los acostumbrados, como matar gente en las calles durante protestas, o encerrar inconstitucionalmente al pueblo hambreado, todo mientras las escuelas y hospitales se caen a pedazos, los ladrones, asesinos y demás delincuentes no van presos, y el sistema de comercio y economía se ahoga en impuestos que uno no sabe a dónde van a parar. Bueno, sí sabemos: a los bolsillos de los corruptos que viajan en yate por Europa. Los argentinos somos la prueba fáctica de que la democracia representativa puede falsearse para que un grupo organizado la use a su favor en detrimento de los electores. La existencia de esta clase dirigente o "casta" es evidente cuando vemos las mismas caras, leemos los mismos apellidos en las listas, elección tras elección, por más que los nombres de los partidos políticos cambien un poco. Si bien es cierto que este grupo no está unificado, también lo es que se dividen en dos grupos mayoritarios que pugnan por poder continuamente, olvidándose absolutamente del Pueblo y sus demandas, y usándolo a este no solo como apalancamiento en las elecciones, sino incluso como ejército privado, o fuerza de choque, de la manera más indigna, como sucede con los grupos más a la izquierda, y en el proceso intentan ahogar cualquier nuevo movimiento que surja fuera de la falsa dicotomía que ellos crearon. En lo que se refiere a la idea actual que tiene la población, quienes deberían representarnos no lo hacen, y solo buscan su propia riqueza, en detrimento de la pobreza de sus votantes. Por lo tanto, en Noviembre del 2023 en Argentina ganó la opción más antisistema que había. Y si hubiera existido otra, razonable, no violenta como es el libertarismo (por más que sus detractores mientan al respecto), que hubiera sido más antisistema aun, más radicalmente opuesta a la clase política y al régimen actual, esa hubiera ganado entonces. Porque el hastío de la población es mayúsculo, casi insostenible. La mayoría votarían lo que sea más opuesto al régimen democrático representativo y fallido actual en el que nos encontramos, básicamente. Eso sí, por ahora dentro de lo razonable, sin violencia, y confiando en las propuestas de los candidatos del sistema republicano. Todavía no se dudan de los mecanismos democráticos, al menos. Es decir, se le está dando una última oportunidad al sistema al expresar el descontento por las vías establecidas.


Y aquí viene la segunda cuestión que la democracia no ha sabido resolver, pero esta ya sí  afecta a todas las del mundo. Esto es la cuestión del Poder en nuestra sociedad. El Estado es quien rige o administra el poder, y es necesario para dirigir sociedades, porque tiene el monopolio de la violencia, la fuerza, justamente para que otros no la usen inapropiadamente. La fuerza, a fin de cuentas, es necesaria, porque no todos los individuos son altruistas, y porque la ignorancia en sí misma genera violencia o al menos, el impulso de satisfacer necesidades y deseos mediante medios no convencionales o que perjudican a algún grupo particular. El Estado debe equilibrar las libertades y necesidades individuales, y a su vez el bienestar general de las masas y la Sociedad. Por lo tanto, arbitrar entre el individuo, y los grupos sociales diversos y de toda índole. El problema surge cuando la burocracia necesaria para llevar a cabo este arbitrio, es decir la cúpula que toma decisiones, usa este poder para sus propios fines. Estos fines pueden ser meramente egoístas como sucede en Argentina (políticos que buscan riqueza, poder, y mantener estos dos), pero también pueden ser más oscuros, como imponer una Agenda global o de un grupo particular, o un ideario, como sucede con el progresismo que está debilitando a Occidente frente a Oriente. Hoy en el mundo, en ambos extremos, tanto geográficos como ideológicos, todos los Estados están tendiendo a ser orwelianos. Ya no son "gobiernos del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Ahora los Estados son dispositivos de poder que someten al individuo, disputando con los poderes financieros, económicos, y de medios masivos de comunicación, que también buscan manipular, vender sus productos o ideas. Además, los gobiernos suelen tener sus aliados en esos otros ámbitos de poder, lo que complica aún más las cosas, y las masas terminan siendo manipuladas, en detrimento del individuo. Esto ocurre con las ideologías políticas que se convirtieron en dogmas cuasi religiosos, donde remplazan a Dios por algún político simbólico de antaño, y logran así imposibilitar la discusión política. Porque en una religión, se cree o no se cree, y todo se divide en creyentes e infieles. Por eso muchos partidos políticos buscan usar la democracia representativa como ese dogma sagrado e intocable (que no lo es), para que cualquiera que ose criticarla, o mostrar sus errores, automáticamente se convierta en un golpista, pro dictadura, pro tiranos, y por lo tanto su crítica quede invalidada. Esto viene de ambos bandos en los sistemas bipartidistas o símiles, sobre todo en las democracias más jóvenes. Lo peor de todo es que estos partidos realizan estos ataques usando las poderosas herramientas del Estado cuando son gobierno. Y a veces, terminan en situaciones terribles, como sucedió en Venezuela. Buscan manipular y coaccionar a las masas con la idea de moda que más útil le sea para ese propósito en ese momento determinado, porque saben que las masas no analizan, no reflexionan, no profundizan. Esto sucede por muchas razones, como las necesidades, la urgencia del cambio, una potencial catástrofe, etcétera. A veces las masas solo pueden seguir un eslogan y no mucho más, pensando que quizás a futuro habrá tiempo para analizar y deglutir una propuesta. Por ejemplo, cuando las condiciones económicas apremian, o el país corre cierto riesgo, real o inventado, de caer en una dictadura de algún tipo. Nótese que esto no es algo meramente local.  Fíjense lo que está pasando en Holanda, algunos estados de Estados Unidos, España, Italia, Sri Lanka. Si bien las circunstancias pueden variar, comenzó, en algunos lugares hace rato, la desconfianza en el régimen democrático (representativo o sus variantes). Sobra evidencia ya que se usan los gobiernos para atacar a grupos específicos de la población (como los granjeros), para cumplir una agenda externa, y esto genera una esperable reacción de la población en las calles y/o en las urnas. Reacción que está creciendo y que al día de hoy no sabemos cómo va a terminar. 



Entonces, surge la pregunta obvia: ¿Qué podemos hacer? Bueno, alguien debe y alguien conducirá eventualmente a las sociedades. El Estado está cada día más intrusivo gracias también a la tecnología, y todo parece tender a las obras ficticias de Orwell, 1984, de Huxley, un Mundo Feliz, o una mezcla de ambas, donde se busca coartar libertades en pos de lograr una supuesta seguridad económica o de supervivencia que está en peligro, o según el caso, prácticamente no existan ya. Podemos suponer entonces que, si las medidas diseñadas para que el Pueblo se exprese no logran su objetivo, y es poco probable que suceda porque la dirigencia logró "hackear" el sistema según lo antes expuesto, entonces las masas se levantarán contra sus opresores en alguna suerte de Revolución Francesa, navidad rumana, o quizás a lo Singapur, con mayor, menor o nulo éxito, dependiendo cada caso particular y sus circunstancias. Pero es seguro que en algún momento, los dogmas políticos y partidarios, los lavados de cerebro educativos y de los medios masivos de comunicación, dejarán de tener efecto frente al hambre, el miedo de ser robado o asesinado, las carencias económicas, afectivas, sociales y espirituales, que van en aumento. Las promesas ya no serán creídas, sean ciertas o no, y la clase dirigente será sacudida, remplazada, si no borrada totalmente, de una manera metafórica o literal. Irónicamente, la manera de evitar que todo termine de la peor manera es justamente hacer valer, conocer, replicar nuestras críticas al sistema, para que éste, aunque sea de manera precaria, logre el equilibrio, el arbitrio, entre los poderosos y los sometidos (voluntariamente) a la República, la Democracia Representativa, y sus dogmas. Pero sus defensores más acérrimos quizás no lo permitan, y por lo tanto ellos mismos sean en parte responsables de la destrucción de lo que desean defender y sostener. No hago mención de la resistencia de la clase política porque no vale la pena, ellos a esta altura solo buscan mantener su poder e intereses intactos, pero están ciegos, porque insisten con las herramientas del pasado que ya no funcionan, cosa vista en las últimas elecciones de Argentina y otros lugares del mundo. La Revolución puede parecer inevitable, pero no necesariamente tiene que ser violenta. Puede haber algún tipo de idea o acuerdo que morigere el golpe. Eso sí, el cambio ya no solo es necesario, sino que ha comenzado y no puede ser detenido, solo quizás más o menos dirigido. Estamos a pocos pasos del caos y depende de nosotros, de aceptar los errores en el que vivimos, las carencias de nuestros sistemas y regímenes, para que lo nuevo que venga sea mejor y no peor. Para que evolucionemos como sociedad y no entremos en decadencia. El final todavía está abierto.


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