sábado, 17 de julio de 2010

Las 7 plagas (Parte 6)

La sexta plaga: Hipocresía

El mayor mal de la Humanidad, sin lugar a dudas. La Hipocresía es el acto de pretender ser algo que no se es constantemente. Ser hipócrita consta de dos partes: el simular  por un lado, y el disimular por el otro, ya sean creencias, valores, virtudes, opiniones, y hasta sentimientos, por conveniencia y/o miedo. Es decir, esconder lo que uno realmente piensa y siente, y ponerse la careta para que los demás crean algo de nosotros, menos lo verdadero. Tiene que ver mucho con la mentira, pero es más grave, porque además de mentir al resto y a uno mismo, generalmente, si no siempre, cuando uno es hipócrita, lo hace concientemente, para conseguir la aprobación del otro, o simplemente ocultarle nuestros propios objetivos. Pero, ¿por qué algo tan común en la sociedad, tan cotidiano y generalizado como lo es la hipocresía, puede ser la peor plaga que afecta nuestra humanidad? Bueno, para dar esta respuesta me quiero basar en ejemplos de hipocresía actuales, tanto en instituciones como en personas:
  Hipócritas son las instituciones religiosas. Mientras que cada una pregona una Verdad, acusa  a su vez a todas las otras de falsas, ya sea directamente (tachando de blasfemas, diabólicas o simplemente equivocadas al resto de las religiones), o indirectamente (auto-proclamándose únicas poseedoras de la Verdad). Las más importantes son monoteístas, hablan de un único creador, un Dios supremo, que nos quiere, pero que extrañamente, nos exige pertenecer a determinada iglesia, o seguir a determinada persona. Gracias a Dios, es fácil ver el engaño y la hipocresía en este caso, sólo basta con despejar por un segundo la mente de creencias y prejuicios personales, y ver como actúan en el mundo, todas las religiones. Cada uno saque sus propias conclusiones.
   En la política abunda la hipocresía e incluso, la mentira descarada. No nos cansamos de ver continuamente un político "panqueque", o aquel que promete todo, pero lo único que hace, es llevárselo todo! También son hipócritas en sus discursos, hablando del bien social, y cómo combatirán o combaten la pobreza y desigualdad, mientras cada día en que aparecen en público, visten un traje o vestido distinto, que podría alimentar si es vendido, sin exagerar, a cientos de niños. Ni hablar de las casas en que viven, de los autos que manejan y de los lujos por los que se rodean. Dicen servir al público, al prójimo y a su pueblo, pero hacen exactamente lo opuesto: se sirven del público, le sacan lo poco que tienen, y buscan continuamente más poder, aún a costa de arruinar ese país por el que "luchan". Sin embargo, algunos pocos políticos escapan a esta regla, aunque son muy raros de ver y de encontrar, y mucho más de votar.
   Otras clases de hipócritas son grupos que dicen defender causas nobles, pero que en realidad defienden sus intereses ocultos, y el de grupos particulares allegados y colaboradores. En ésta categoría entran varios de defensa de derechos humanos y ecologistas principalmente, pero los hay diversos y variados, con infinitas temáticas también. Es fácil darse cuenta la hipocresía que existe en ellos, cuando se ve en detalle, quienes son los que colaboran monetariamente, por qué lo hacen, y cuanto dinero manejan los miembros y líderes.
   Sin embargo, la hipocresía más dañina, es la de nosotros, los ciudadanos comunes. Esto sucede cuando apoyamos a los grandes hipócritas antes mencionados, y cuando somos hipócritas en nuestra vida diaria, en nuestros trabajos, con nuestras familias, y con nuestros allegados y amigos, e incluso, con nosotros mismos. Cuando ocultamos lo que en realidad pensamos, tarde o temprano, queramos o no, dañamos al otro, y el ciclo de mentiras, odios, envidias y engaños se hace inagotable, en una sociedad de por sí superficial, vulgar e hipócrita. Para que quede claro mi opinión respecto a la hipocresía, voy a dejar una frase, que es de una psicografía del talentoso pero desconocido por la mayoría, Benjamín Solari Parravicini:
         "Si la careta del perenne carnaval humano cayera, se vería llanto, tristeza y hasta desesperación. Si ella cayera y los rostros se enfrentaran en sinceridad, se terminaría la reyerta diaria, el encono preconcebido, el dilema por odio de clases, y hasta verían a Dios. Si la careta del perenne carnaval humano cayera, el mundo sería mundo en consolación, porque si ello sucediera, rodaría (se iría) el mal que les disfraza y tiraniza, el mal que les enceguece y marca, el mal que les hunde y divierte, el mal que les llevará a la condenación."

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