domingo, 23 de junio de 2024

"Manipulación Mundial: De la Virtud Individual al Vicio de las Masas”

 

"El mundo llegará a ser desnaturalizado por el poder de la pantalla doméstica. Toda mala influencia será desparramada groseramente, sobre todo hogar, y será impuesta por el comercio avisador que busca la masa. Las masas se embrutecerán dominadas por las órdenes disfrazadas de paraísos fáciles y superiores, contemplarán la estupidez y la inmoralidad con fruición. Llegará el día en que el grueso popular será manejado como aprisco”.

Benjamín Solari Parravicini, 1938.

 

El poder casi siempre se concentra, pocas veces se disgrega. Esto tiene que ver con dos aspectos técnicos y con uno humano: por un lado, el centralizar la organización debido a la cada vez mayor complejidad social y política y la subsiguiente acumulación de control, y, por otro lado, el defecto humano de la ambición, asociada a su vez a este proceso de centralización. Históricamente, podemos verlo en las tribus que pasaron a ser aldeas, las aldeas a ciudades-estado, después aparecieron los reinos y las divisiones feudales, luego los imperios, llegando a las naciones y, por último, las organizaciones supranacionales, que buscan agrupar bajo su control a varias naciones, como la ONU, la OMS, la OMC, y bloques como la Unión Europea, Mercosur, NAFTA, entre otros.}





Recuerden que no existen las voluntades nacionales, supranacionales, ni nada por el estilo. Solo existe la voluntad de los poderosos que persiguen sus intereses, utilizando como medio para este fin a las instituciones privadas, gubernamentales, los Estados nacionales y las organizaciones internacionales. El problema consecuente, con el devenir de la globalización, es que tanto poder concentrado genera ambición en los pocos seres humanos que lo ejercen. Y digo pocos por su número y no por sus mejores capacidades, prestigio u otra razón meritoria, sino porque las élites del mundo así lo dispusieron, arbitrariamente. Ni siquiera nos gobiernan "los mejores" sino los grupos y sociedades secretas  que se pasan el poder económico generación tras generación, y en el caso de las naciones, los "elegidos" por las masas. Aquí radica el nudo de todo: las masas son fácilmente manipulables por aquellos individuos que fueron elegidos por ellos, aunque lo hagan a base de manipulaciones. Esta búsqueda por parte de las élites de lo que pareciera una virtual esclavización mundial, si no se detiene pronto, nos llevará inevitablemente a la ruina como civilización. Un colapso que comenzará con escasez de bienes y terminará con guerras, previamente con una disolución moral y espiritual de las naciones. Algo que podemos ver hoy claramente en Occidente.



Teoría

Para abordar esa problemática de las masas manipuladas, tenemos que entender la relación existente entre el bien y el mal, y a su vez la diferencia entre el individuo y el ámbito social. Esto ha sido un tema recurrente en la filosofía y la psicología social. Este análisis se enmarca en una paradoja fundamental: como individuos que, en su mayoría, son moralmente buenos o al menos creen serlo, pueden colectivamente tomar decisiones que resulten en el mal social, y viceversa. Para explorar esta dualidad, nos apoyaremos en las obras y conceptos de tres destacados pensadores: Gustave Le Bon, José Ortega y Gasset, y Sigmund Freud.


Gustave Le Bon, en su obra "La Psicología de las Multitudes" (1895), ofrece una perspectiva pionera sobre la irracionalidad colectiva. Le Bon argumenta que cuando los individuos se agrupan en multitudes, su comportamiento se transforma. Los individuos pierden su sentido crítico y racional, y son dominados por un inconsciente colectivo que tiende hacia lo irracional y lo emocional.

Le Bon sugiere que las multitudes son fácilmente influenciables y pueden ser manipuladas por líderes carismáticos que entienden y explotan sus emociones. En este contexto, la "virtud" individual puede quedar eclipsada por decisiones colectivas impulsivas y destructivas. Así, un grupo de individuos, cada uno capaz de distinguir el bien del mal, puede actuar de manera maliciosa cuando se encuentra inmerso en una masa, por diversas razones, como la presión social, la conveniencia, incluso las emociones.

 

José Ortega y Gasset, en su obra "La Rebelión de las Masas" (1930), aborda el impacto de la mediocridad y el conformismo en la sociedad moderna. Ortega y Gasset describe cómo el auge de las masas lleva a una sociedad donde la mediocridad se convierte en la norma. En su visión, el "hombre masa" no se rige por principios elevados o un sentido de responsabilidad individual, sino que se conforma con lo que la mayoría acepta sin cuestionar.

Para Ortega y Gasset, la paradoja radica en que la capacidad de juicio y la excelencia individual son sacrificadas en el altar de la conformidad social. Las decisiones colectivas, aunque pueden parecer democráticas, a menudo se ven comprometidas por la falta de reflexión crítica y la adopción de soluciones simplistas y populares, que pueden ser moralmente incorrectas.

 

Sigmund Freud, en su ensayo "Psicología de las Masas y Análisis del Yo" (1921), profundiza en cómo la dinámica grupal afecta la psique individual. Freud postula que en una masa, los individuos tienden a identificarse con un líder o una idea dominante, lo que les proporciona un sentido de pertenencia y seguridad. Esta identificación puede suprimir las diferencias individuales y diluir la capacidad crítica personal.

Freud explica que en el contexto de una masa, los individuos pueden participar en actos que, de otro modo, considerarían inmorales si actuaran solos. Esto se debe a la pérdida del "superyó" individual, sustituido por una moralidad colectiva que puede justificar acciones destructivas en nombre del grupo. Así, una multitud de individuos buenos puede cometer actos malvados debido a una suerte de disolución de la responsabilidad individual en el colectivo.

 

Hay otros pensadores y teóricos que fueron más allá, porque ya vislumbraron la posibilidad de utilizar esta debilidad de las masas, y cómo se haría o ya se hace en beneficio del poder. Estos son Hannah Arendt, Michel Foucault, haremos una mención especial a dos que lograron aprovechar esta dinámica en su beneficio y en perjuicio de millones, Karl Marx y Friedrich Engels, terminando con el más actual, Noam Chomsky que nos acerca a la situación presente.

 

Hannah Arendt, en "Los Orígenes del Totalitarismo" (1951) analiza cómo los regímenes totalitarios manipulan a las masas. Según Arendt, las masas son particularmente vulnerables a la manipulación en contextos de crisis social y política. Los movimientos totalitarios explotan esta vulnerabilidad al ofrecer una narrativa simplificada y una identidad colectiva que resuelve las incertidumbres y ansiedades individuales. Los regímenes totalitarios utilizan ideologías y propaganda para crear una realidad alternativa que refuerza su poder. Esta propaganda no necesita ser creíble, solo repetitiva y omnipresente, logrando así que las masas acepten pasivamente las mentiras del régimen.

Arendt argumenta que las masas manipulables surgen en situaciones de aislamiento y atomización social, donde los lazos tradicionales se han roto. Este aislamiento hace que las personas busquen pertenencia y significado en movimientos de masas, haciéndolas más manipulables. La globalización, como es evidente, busca ese aislamiento y atomización, en detrimento de conservar las tradiciones locales y nacionales.

Sostiene que en un contexto totalitario, las masas tienden a adoptar un conformismo que suprime la individualidad y el pensamiento crítico. La conformidad asegura que las personas se alineen con las normas del régimen, independientemente de su contenido moral.

En el proceso de conformarse a la ideología totalitaria, los individuos dentro de los grupos colectivos pueden volverse indiferentes a las atrocidades cometidas en nombre del régimen. Este proceso de deshumanización es una forma de "estupidez" moral, donde la capacidad de juzgar correctamente y empatizar con los demás se ve erosionada. Algo muy común en dictaduras de izquierda y derecha. Hoy en día, si somos estrictamente técnicos, existen solo dictaduras de izquierda; las de derecha cayeron porque estaría en discusión si la Rusia de Putin es una dictadura.

 

Michel Foucault, en "Vigilar y Castigar" (1975) y en "Historia de la Sexualidad" (1976), aborda la manipulación de las masas desde la perspectiva del poder y la disciplina. Según Foucault, las sociedades modernas ejercen control sobre las masas a través de mecanismos de vigilancia y normalización. Es decir, esta manipulación es una de las que presenciamos actualmente. Introduce el concepto de biopoder, donde el poder se ejerce sobre los cuerpos y las poblaciones. Este poder se manifiesta a través de instituciones como hospitales, prisiones y escuelas, que regulan y controlan el comportamiento humano. La vigilancia se convierte en un mecanismo clave para controlar las masas. El panóptico, una estructura de vigilancia donde todos pueden ser observados en cualquier momento, es una metáfora de cómo la vigilancia disciplinaria induce autorregulación y conformidad en las masas.

Argumenta que la normalización es un proceso mediante el cual las masas son inducidas a conformarse a ciertos estándares de comportamiento y pensamiento. Esta conformidad crea una mediocridad generalizada, donde la diversidad y la desviación son suprimidas. Esto es clave: la mediocridad. El mundo actual vive en una mediocridad abrumadora, donde la tecnología, los avances científicos, están dejando atrás a las masas. Otro peligro que nos indica que quizás en un futuro todo sea administrado por una IA, o al menos surjan “grupos” que intenten imponer esto.

También a través de la educación, la medicina y otras instituciones, las masas son entrenadas para aceptar y reproducir normas sin cuestionarlas, lo que puede ser visto como una forma de estupidez colectiva, donde el pensamiento crítico y la individualidad son suprimidos. El cuestionamiento de las normas debe tener un fundamento lógico y racional. Hoy en día se busca ridiculizar a las voces que nos dicen que la sociedad está atravesando una peligrosa debacle.

Karl Marx y Engels, en "El Manifiesto Comunista" (1848) y "El Capital" (1867), utilizan esta debilidad de las masas para movilizarlas según sus propias ambiciones. Aprovechándose de las debilidades del capitalismo (todos los sistemas económicos son perfectibles y tienen fallas inherentes), sostienen que habrá una masa alienada fácil de manipular. Todos los líderes comunistas del mundo, especialmente aquellos que gobiernan dictaduras, se basan en estas masas subyugadas ideológicamente para mantener sus regímenes. Básicamente, el comunismo es la materialización de la manipulación de las masas, pero no es el único ejemplo exitoso.




Sigmung Freud, Hannah Arendt.








Michel Foucault, Noam Chomsky.






Por último, Noam Chomsky en "Consenso Manufacturado: La Economía Política de los Medios de Comunicación" (1988) - escrito junto con Edward S. Herman - e "Ilusiones necesarias: Control del Pensamiento en las Sociedades Democráticas" (1989), discute sobre cómo los medios de comunicación y las élites controlan y manipulan la opinión pública y nos presenta ciertas pautas.

Concentración de la propiedad de los medios: Los medios de comunicación están controlados por un pequeño número de grandes corporaciones que tienen intereses económicos y políticos propios. Esto se hace para mantener el control sobre la narrativa pública y proteger los intereses de las élites.

Publicidad como ingreso principal: Los medios dependen en gran medida de los ingresos por publicidad, lo que los hace susceptibles a la influencia de las grandes empresas que compran esos espacios publicitarios. Así se asegura que los contenidos mediáticos no dañen los intereses de los grandes anunciantes o del propio gobierno, si tiene publicidad en los medios.

Suministro de noticias por las élites: Las grandes corporaciones y el gobierno proporcionan la mayoría de la información que los medios difunden, mediante conferencias de prensa, comunicados y filtraciones. De esta manera, se controla la agenda de noticias y se garantiza que los informes sean favorables a los intereses de las élites.

Respuestas negativas para los disidentes: Las voces disidentes son marginalizadas, ridiculizadas o ignoradas, y los periodistas que desafían la narrativa oficial enfrentan consecuencias profesionales. Esto se vio durante la pandemia en todas las naciones del mundo, en mayor o menor medida. Esto desalienta la crítica y mantiene la conformidad entre los periodistas, que terminan siendo agentes de desinformación o distracción.

Uso de la ideología: Históricamente, el anticomunismo se ha utilizado como una herramienta para desacreditar y atacar a cualquier movimiento o ideología que desafíe el statu quo. Ahora se hace lo mismo con cualquier ideología que cuestione el progresismo, viviendo lo que sería el anti conservadurismo. Siempre se crea un enemigo común para justificar la represión de movimientos antiprogresistas o de rebeldes que no adopten las medidas generales. También se vio durante la pandemia y es común en los medios masivos de comunicación, donde se castigan y acallan las voces disidentes o con pensamiento crítico.

Creación del consenso a través de la propaganda: La propaganda se utiliza para crear un consenso entre la población sobre ciertas políticas y acciones gubernamentales. Esto asegura el apoyo público y la legitimidad de las políticas elitistas.

Distorsión y filtrado de información: La información se presenta de manera que favorezca a las élites, a menudo distorsionando hechos o filtrando noticias que no se alinean con sus intereses. Esto se hace para manipular la percepción pública y ocultar la verdad. Como cuando se ocultaron los efectos masivos adversos de las inoculaciones de vacunas que no habían pasado la fase 3 experimental, generando una virtual nueva pandemia de casos de miocarditis, pero que los medios, salvo contadísimas excepciones, suelen "ignorar".

Desviar la atención del público: Los medios se enfocan en noticias triviales o sensacionalistas para desviar la atención de asuntos importantes. Esto evita que el público se concentre en temas que podrían cuestionar el poder de las élites.

Control del lenguaje y la terminología: El lenguaje se utiliza cuidadosamente para influir en la percepción pública; se emplean términos cargados y eufemismos para suavizar o legitimar ciertas acciones. Esto moldea la percepción y opinión pública de manera favorable a las élites. Esto se ha visto con muchas políticas progresistas impuestas en países que no lo son, donde solo una minoría las aprueba, pero se imponen igualmente a todos, acallando a las mayorías y vulnerando el espíritu democrático de las repúblicas.

Fragmentación y atomización de la sociedad: Se promueve la fragmentación social y el individualismo extremo para evitar la formación de movimientos colectivos que puedan desafiar al poder. Si es necesario, tienen agentes en ambos bandos enfrentados, para evitar así cualquier intento de reconciliación. El infame "divide y vencerás".


Práctica

La historia de la humanidad, y especialmente la sociedad actual, demuestra que muchas teorías ya se han probado y aplicado. Observemos los métodos descritos por los autores mencionados, hoy en día presentes en empresas, instituciones públicas, grupos, partidos y religiones: se critica el pensamiento crítico y se fomenta seguir decisiones colectivas. La propaganda repetitiva y omnipresente en medios de comunicación, espectáculos y ONGs es común, incluso cuando la gente no está de acuerdo, utilizada principalmente por el progresismo global con sus valores negativos o disvalores.

El aislamiento y la atomización social debilitan a los individuos, obligándolos a buscar grupos donde se sientan representados, con las redes sociales jugando un papel clave para unir y radicalizar facciones partidarias, religiosas e ideológicas. Esto es frecuente en partidos políticos, donde no se cuestionan a los líderes ni a quienes ocupan cargos importantes en los poderes ejecutivo y legislativo si llegan al poder.

Las redes sociales difunden mentiras que eventualmente son aceptadas, y a su vez las personas realmente no conocen ni aprecian al prójimo del otro lado de la pantalla, viéndolos como objetos para satisfacer necesidades egoístas (clientes, parejas potenciales, relaciones sexuales casuales) o como alguien a superar en una competencia enfermiza sobre quién es más feliz y realizado, basada en envidia, tristeza, egocentrismo y vanidad, explotando las debilidades humanas de quienes carecen de autocontrol o una moral firme.

Las sociedades son vaciadas de contenido y tradiciones, como en la Europa antes cristiana o Latinoamérica, imponiendo gustos, músicas y valores desconocidos, alienando a las masas y debilitando sus defensas contra el colectivismo manipulador. Los valores morales, éticos, filosóficos y espirituales son erosionados y reemplazados por otros más afines al régimen que puede ser ideológico, explicando esto el ataque actual a las ramas conservadoras que buscan conservar un espíritu nacional, convirtiéndose en enemigos del progresismo, comunismo, anarquismo o ultraliberalismo.

Se crea una mediocridad abrumadora que genera conformismo e inmovilidad, una sensación de no poder cambiar nada a gran escala, llevando a una vida carente de sentido existencial y sin aspirar a logros trascendentales, enfocada únicamente en conseguir dinero como objetivo final, basada en hedonismo y una existencia materialista y vacía de significado. 



¿Qué se puede hacer? Evidentemente, es difícil dirigir a las masas hacia el bien. No es factible ni viable utilizar las mismas estrategias engañosas, corruptoras e insidiosas para lograr un cambio, ya que su éxito radica en negar todas las condiciones positivas del individuo que queremos recuperar. Por lo tanto, la única forma de combatirlo es a través de la virtud y la iniciativa individual, que puede o no hacerse colectiva.

 

La Virtud como respuesta

Ahora bien, en un mundo cada vez más carente de amor por el prójimo, la naturaleza e incluso la vida misma, debemos definir primero qué es la virtud. Mucha gente cree que las decisiones que toma en su vida cotidiana, política y pública son las correctas. Es decir, la mayoría se considera "buena" y cree que hace el bien, o al menos, que no daña a nadie. Pero los resultados visibles en nuestra sociedad demuestran que esto no es más que un autoengaño. Por ejemplo, defender a un partido político que empobreció tu país, o personas que tiran semillas en cualquier lugar creyendo que están "ayudando a la naturaleza" cuando en realidad están favoreciendo a plantas invasoras que destruyen ecosistemas enteros, y así podría dar infinidad de ejemplos. Por lo tanto, debemos aceptar que la frase "el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones" puede sonar cruel o injusta, pero es absolutamente cierta. Nuestra sociedad vive actualmente en un limbo donde cada individuo cree estar haciendo lo mejor, lo correcto, y evidentemente no es así. Por eso, la virtud, en principio, debe ser abordada desde una perspectiva utilitarista; lo que importa son los resultados, ya que, como hemos ejemplificado anteriormente, las intenciones son secundarias si nos llevan a resultados negativos.

Revertir la situación requiere un nuevo individualismo, uno no egoísta. Basados en las virtudes teologales, esperanza, fe, caridad, añadiendo el altruismo y un progreso que no surja a costa de dejar de lado los valores humanos. Las creencias religiosas pueden ayudar a encauzar las virtudes de las personas cuando las religiones no son extremistas, como el cristianismo y el budismo por ejemplo, que se basan en estamentos que llaman a amar al prójimo y a contener y controlar los deseos egoístas. Por eso se ha vertido continuamente un ateísmo recalcitrante en los medios, o propaganda solo a religiones extremistas y violentas, o discriminadoras. Así la gente no llega a estas virtudes. 

Para alguien más analítico existe la filosofía, la cual demuestra incontables veces por qué es mejor ser virtuoso que no serlo, incluso en un mundo donde predomine el mal, y podemos tomar de ejemplo sus virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Todo esto es un acto individual que requiere disciplina, pero que es posible. 




Hoy vemos cómo incontables millones de seres humanos ponen una voluntad de hierro en mejorar sus cuerpos, su estado físico y según ellos su "calidad de vida". Por supuesto que la salud es algo importante, pero hay una carencia pasmosa en hacer lo mismo con el estado mental y el espiritual. La calidad de vida real sería un cuerpo, una mente y un espíritu sano. Todos a la vez, no uno de ellos. Pareciera ser que todo esfuerzo se pone en lo material, lo superfluo, lo que "se ve", pero no en lo invisible (que suele ser lo más importante), como nuestras conductas, nuestras relaciones personales con amigos, familia, vecinos, conciudadanos. Tiene que quedar claro que esto quizás al principio no sea recíproco. Quizás seamos buenas personas y con nosotros no sean buenos, hagamos el bien y recibamos mal, y debamos ejercer el autocontrol muchas veces, para no caer en la violencia verbal, física o anónima por redes sociales, que es la más común. Quizás debamos enfrentar sentimientos de frustración, pero es lo mismo que sucede con cualquier cambio radical que hagamos en nuestra vida. Cualquiera que haya luchado contra una adicción, por ejemplo, sabe que es un camino tortuoso. Tenemos que luchar, entonces, contra la búsqueda constante del placer, el hedonismo, la comodidad, relaciones casuales sin compromiso, la creencia de una realización meramente económica. Esto nos deja una vida vacía, plagada de arrepentimientos y soledad, y terminamos formando parte de las masas manipuladas, un engranaje más en la maquinaria de control de los poderosos que perpetúan su dominio injusto sobre las masas.

Solo mejorando nuestras conductas y renovando las metas en la vida, podremos revertir la situación actual de la civilización, o al menos, sobrevivir a su inminente colapso y quizás formar parte de la nueva. No es necesario que salvemos al mundo, pero si el mundo cae, caemos todos, porque formamos parte de él. Si no nos mueve el amor al prójimo, la buena voluntad o el altruismo, al menos que lo haga el amor propio y la conveniencia. A nadie le conviene que caigamos en un abismo. A todos nos conviene que
la civilización no colapse por crímenes, disgregación, hambre y guerras.

viernes, 8 de marzo de 2024

El fin del progreso

Si nos ponemos literales, el progreso se refiere a la evolución positiva hacia un objetivo o meta determinada. Este concepto puede aplicarse en diversos contextos, desde el desarrollo personal, economía, hasta los avances en ciencia y tecnología, o bienestar social.

En el contexto de la Modernidad, la cual se asienta ideológicamente sobre el progreso, a menudo se asume la noción de uno infinito, donde el crecimiento económico y la acumulación de capital pueden (y deben) continuar indefinidamente. Sin embargo, este concepto puede ser problemático y hasta considerado imposible por algunos. Las limitaciones de los recursos naturales, las crecientes desigualdades sociales y los impactos ambientales negativos son factores que ponen en duda la sostenibilidad de estas ideas.

Todo progresa en la naturaleza, pero este progreso nunca es infinito. Lo que existe tiene un comienzo y un fin. Las estrellas, las galaxias, algunos creen que hasta el Universo. En la biología es incluso más fácil notarlo. Los seres vivos no crecen para siempre. Se desarrollan, tienen su plenitud, luego su decaimiento y eventualmente su muerte. Algunos dirán que lo “infinito” en estos casos es el hecho de mantener la especie, los genes, o “la vida”, pero lo cierto es que las especies también se extinguen eventualmente, ya sea por circunstancias locales, o planetarias. La Tierra tampoco escapará, y en algún momento se volverá inhabitable cuando nuestra estrella colapse, si es que no sucede un evento cataclísmico antes de otra naturaleza.

La búsqueda del progreso económico perpetuo no solo es un concepto ilógico, poco razonable, sino que directamente es antinatural. Como establecimos, nada puede crecer eternamente. El concepto que brega hoy es el de progresar indefinidamente sin poner una meta clara. Ni siquiera se establecen puntos a los cuales llegar, o por lo menos detenerse a disfrutar lo logrado hasta el momento. Solo se busca la ganancia, el consumo y la producción continuos. Ellos son actualmente los motores de la civilización, y muchos afirman que si se detienen esta caerá irremediablemente, cosa que, en los términos en que vivimos ahora, es posible. Se sostiene que los PBI nacionales deben crecer, que eso es lo óptimo, y aplica también a la acumulación de capitales. Si bien podemos decir con total seguridad que esto es justificado y tiene su razón de ser, ya que los países necesitan crecer antes que decrecer, como la gente necesita producir antes que dejar de hacerlo (o ambos caerían en la miseria), también podemos asegurar que es absolutamente imposible sostenerlo a largo plazo, y no es una exageración. Como contrapartida al capitalismo consumista, el comunismo y toda la rama de izquierda tampoco está libre de este defecto ideológico. Ellos quieren lo mismo, producción constante y sostenida, solo que cambiando de manos a los dueños de los medios de producción. Pero el problema de los recursos finitos, de las desigualdades crecientes, de la lucha por los bienes, de la irracionalidad de las guerras que van en aumento, son comunes a todos los regímenes actuales, sean estos de izquierda o derecha, y nos demuestran que el sistema esta al borde del agotamiento. Solo es cuestión de tiempo un colapso total. Algunos tratan de apegarse al progreso técnico creyendo que expandiéndonos al espacio este problema se termina. Pero eso es falso, porque como dijimos hasta las galaxias mueren, y además, la tecnología quizás no sea tan beneficiosa como muchos insisten. El peligro latente de la IA, las armas convencionales, biológicas, químicas y nucleares cada vez más sofisticadas y destructivas, son algunos de muchísimos ejemplos de que tal vez no lleguemos al espacio, al menos a gran escala, porque quizás ni siquiera tengamos la oportunidad de extender en el tiempo esta forma de existencia actual. El colapso civilizatorio que nos pisa los talones podría llegar antes de generar la logística necesaria para viajes espaciales continuos y viables para búsqueda de recursos y desarrollarnos en otros planetas.

Visto esto, surgen dos interrogantes. ¿Por qué llegamos al actual estado de cosas, y cómo salimos del mismo? Es llamativo cómo la gente se deja engañar hace tanto tiempo con esta idea del “progreso”, o, al menos, no la cuestiona. ¿Es porque todo el mundo la acepta y cuestionarla es tedioso, quizás improductivo? ¿Es por la continua propaganda falaz que propicia el hedonismo, el consumo y el éxito material como el sumun de la vida feliz? ¿Es una mezcla de muchos factores? Cada día la gente siente más profundamente el vacío existencial de un mundo que se rige por estas ideas homocentristas que pretenden encumbrar lo mundano y olvidar lo divino. Enseñan a tener fe en la ciencia y negarla a Dios. Hay una concentración en la salud mental, dejando de lado la espiritual, y una exacerbación del cuerpo, pero ya no como un templo del alma o del espíritu, sino como un instrumento para usarlo libidinosamente o como aumento de autoestima. Todo esto, produce un desequilibrio creciente, que a veces termina en violencia y en extremismos, tanto políticos como religiosos.

Ahora bien, no interesa tanto buscar culpables, que los hay tanto en liderazgos, pero también en quienes eligen esos liderazgos y los sostienen y no los cuestionan o, peor, defienden. Lo realmente importante, es encontrar una salida. Ese sería el segundo interrogante. ¿Cómo salimos de acá? ¿Hay siquiera una luz al final o estamos “condenados”? Tenemos que partir entonces de lo que sabemos, para tratar de idear, aunque sea de una manera tosca, primaria y fundamental, un camino que nos guíe a un destino concreto. Tenemos que fijar una meta.



Entonces el progreso existe, pero no es infinito, ni puede ser sostenido indefinidamente en el tiempo. Por lo tanto, en nuestra sociedad consumista, global, dependiente del capital financiero, estamos literalmente destinados al fracaso, al colapso, a la hecatombe. Las dos ideologías preponderantes actuales tampoco ofrecen una solución, esto es, la izquierda y la derecha, porque con sus distintos matices y más allá de lo ideológico y conceptual, en lo referente a lo material, ambas se basan en la producción, el progreso y el avance indefinido. Claramente, la solución, o al menos, la idea superadora, no puede venir de esos ámbitos. Quizá sí de algo renovado que surja de alguno de ellos, o de su conjunción, pero es meramente especulación, no existe aún.

Tampoco podemos engañarnos con agendas globales creadas supuestamente para sanear estos tipos de problemas, las cuales están promocionadas e impulsadas por la elite financiera, como lo es la Agenda 2030. Estas, disfrazadas de un buenismo empalagoso y superficial,  solo promueven bajar el consumo de alimentos y la reproducción humana a cualquier costo, pero no resuelven los problemas de fondo. Y no quieren hacerlo, porque ellos, quienes forman la elite que logró su posición privilegiada, no saldrían beneficiados si el actual orden cambiara, algo bastante obvio. ¿Tiene sentido entonces que no quieran un cambio real, sino buscar perpetuarse en la cima de la pirámide? Casi es el comportamiento lógico de cualquier instancia del poder, así como lo es en una empresa producir ganancias, porque para eso se crea, o un banco acumular capital. El poder no funciona distinto. Todo se crea para un fin específico, y no están exentos de esto las instituciones públicas ni privadas. Si bien no es irrelevante a gran escala si son moralmente y éticamente buenos o no (no lo son), lo que urge es encontrar una alternativa y no tenemos tiempo para conspiraciones, tanto las inventadas como las reales. Pero al menos la Agenda 2030 sí que nos da una pista más para resolver todo esto: nos dice básicamente por dónde NO hay que ir.





La segregación, racial, de sexos, de inmigrantes y otras, crece por muchas razones, pero la principal es porque los recursos escasean, cada día más. ¿Cómo es posible que en un mundo donde actualmente, haya gente con hambre y en la miseria, si el alimento que se produce sobra para alimentar a 8 billones de seres humanos? Esto es por el consumismo. Consumimos más de lo que el planeta puede producir en un tiempo determinado. El problema es que, en el capitalismo, se produce para generar ganancias, y esas ganancias se generan si lo que se produce es consumido por el que más ofrece, oferta y demanda. ¿Van percibiendo la lógica irresoluble? En el capitalismo, los recursos finitos son un problema. En la izquierda, el comunismo y sus variantes, tenemos el problema inverso, en el que básicamente sus promotores no entienden, no quieren entender, o simplemente son deshonestos intelectualmente, al no comprender que la gente produce para ganar algo a cambio, no por el mero hecho de “colaborar” con la sociedad. El panadero hace pan no para alimentar a otras familias, sino a la propia, y a su vez, generar ganancias. Por un lado, el capitalismo y el comercio fueron el motor incuestionable en la Historia que permitieron el avance que alcanzamos hasta el día de hoy. Por el otro, los sistemas comunistas siempre fracasaron, y esto es así porque van contra la propia naturaleza humana, y piensan al hombre como un mero engranaje social. Resumiendo, tenemos que el capitalismo nos trajo al problema actual, pero fue el responsable de muchos avances positivos anteriores, y que su opción actual, su contrapartida, es incluso peor. Entonces ya no podemos confiar en estas dos ideologías.

Primero, debemos terminar con la influencia que nos dictamina o nos impulsa al consumo desmedido, el marketing y la propaganda para tener lujos innecesarios e inútiles. No solo perjudican a los individuos sino a los a la sociedad toda, malgastando recursos y tiempo, generando un apego insano a lo material y un vacío existencial. Debemos proveernos de lo que necesitamos, y desligarnos de lo demás. Y no por eso regalar nuestro trabajo. Por ejemplo, una persona pudiente, que aplique este minimalismo, dejaría de consumir, pero no perdería el dinero o bienes que consiguió honestamente, y lo podría ahorrar para otras cosas, que también son necesarias, pero quizás más inaccesibles. No es que alguien tenga que entregar sus riquezas o su propiedad, puede venderlas y hacer uso de ellas y de su dinero como le plazca. Pero es imperativo dejar lujos y consumismo superfluos, así como productos con obsolescencia programada. Ahora bien, tampoco podemos permitir que terminemos encerrados en un cuarto de 20 metros cuadrados, con unos visores de realidad virtual, esclavos de nuestros empleadores, o mucho peor, de nosotros mismos, en un círculo de auto explotación interminable e insatisfactoria. No se puede seguir con el vicio del lujo desmedido y su inagotable búsqueda, pero tampoco caer en la trampa de algún tipo de esclavitud tecnológica distópica. Otra vez, tenemos que mirar hacia nosotros mismos. Sabemos que ambos extremos están mal, porque conocemos o al menos percibimos, de manera directa o indirecta, cabalmente o intuitivamente, lo que está bien y lo que está mal. 


Como seres humanos, necesitamos luz solar, recreación, educación, comida, abrigo, techo, y un ambiente sano que nos permita el desarrollo de una familia. Y tenemos que trasladar esto primero a iniciativas individuales, y luego, a organizaciones colectivas, privadas y públicas. Eso es un tema tan extenso que lo trataré de manera particular en el futuro, que se podría resumir en buscar la autosuficiencia energética y alimentaria, a su vez aislándose de las sociedades en proceso de colapso, en la mayor medida posible. Lo importante es, entonces, empezar a acercarse al sentido común, prever, prevenir, y actuar en consecuencia a las circunstancias locales. Los eventos se aceleran y debemos estar preparados lo mejor posible, porque el progreso no es infinito, y pronto lo aprenderá la sociedad global.